Gao Haihong
Investigadora del Instituto de Economía Mundial de la Academia China de Ciencias Sociales
China se ha convertido en la segunda economía más grande del mundo, gracias a su reforma económica y a la apertura iniciada en 1978. Para ajustarse a su creciente poder económico, aspira a tener un rol más importante en el sistema financiero internacional, en el que del mismo modo que otras economías emergentes, ha estado infrarrepresentada durante décadas.
Uno de los esfuerzos más destacables que ha llevado a cabo China ha sido potenciar su moneda, el yuan, para convertirla en una divisa global. A este respecto, ha conseguido que fuera formalmente incorporada a la cesta de monedas que determina los SDR [Derechos Especiales de Giro] del Fondo Monetario Internacional (FMI) que entró en vigor el 1 de octubre de 2016. Ahora el yuan es uno de los activos de la cartera diversificada para los inversores globales públicos y privados, ocupa el quinto lugar en pagos globales y el octavo en transacciones de divisas, y representa el 29% y el 10%, respectivamente, de la liquidación de operaciones y de las inversiones extranjeras de China.
Y lo que es más importante: con el yuan en esta posición, se espera que el sistema SDR sea más utilizable que antes, ya que representa relativamente una distribución más ajustada del comercio y del peso económico en el mundo. China también dispone de un SDR mejorado en el mercado global, cuya importancia ha sido reiterada por Zou Xiaochuan, el gobernador del Banco Popular de China (BPC). En abril de 2016, el BPC decidió utilizar el SDR como la divisa de referencia para los datos referidos a sus reservas de moneda extranjera. En agosto de 2016, el mercado chino de bonos interbancarios dio la bienvenida al primer tramo de bonos SDR emitidos por el Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo (BIRD).
Otra iniciativa de China encaminada a la reconstrucción del sistema financiero internacional ha sido la de desempeñar un rol activo en la gobernanza financiera global. Uno de los logros obtenidos ha sido la reforma del sistema de cuotas del FMI, que permite a China y a otras economías emergentes una contribución mayor, que se empareja con un mayor peso del voto en la toma de decisiones.
China ha logrado auspiciar nuevas instituciones financieras internacionales, como el BRICS Bank y el AIIB
China también ha logrado auspiciar nuevas instituciones financieras internacionales, como el BRICS Bank y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (AIIB), que se postulan como complementos de las instituciones ya existentes. Junto a sus propias estrategias financieras, China está llevando a cabo una estrategia masiva de desarrollo económico conocida como “Un cinturón, Una ruta” (One Belt, One Road) que dará contexto a sus inversiones hacia Eurasia. El objetivo de dicha estrategia es redistribuir los recursos financieros y destinarlos a las necesidades reales de inversión a largo plazo, colmando el déficit en la demanda de infraestructuras, facilitando la inversión y el comercio global, y contribuyendo como resultado al desarrollo económico global.
En el futuro, la emergencia del yuan puede suponer un reto para el dólar norteamericano. No obstante, el yuan no aspira a reemplazar al dólar en el sistema monetario internacional; actualmente, el dólar todavía es la moneda de referencia en el comercio y las transacciones financieras internacionales y seguirá ejerciendo un papel dominante en los años venideros.
La internacionalización del yuan es una estrategia a largo plazo. Su éxito radica en muchos factores, como la continua influencia económica global de China, la política fiable y creíble de su Banco Central, el grado de apertura de su mercado financiero doméstico, así como otros factores que se encuentran más allá del ámbito puramente económico.
Como conjunto, el sistema financiero internacional se está volviendo cada vez más multipolar. La forma en que China ejerce su influencia y el papel que juega son fundamentales, especialmente en el actual período de transición. Sin embargo, China por sí sola no puede acarrear la reconstrucción a largo plazo. Existe ciertamente una necesidad de cooperación internacional, considerando el riesgo de contagios económicos devastadores y una tendencia a la “desglobalización”, que supone una amenaza real para la economía mundial.