Jahanzeb Hussain
Editor de Prism y Dawn.com
Pakistán es un lugar curioso; en la región tendríamos que recorrer un largo camino hacia el oeste —hasta llegar a Israel—para encontrar una prensa relativamente más libre, en la que los periódicos puedan adoptar posturas valientes en contra de sus gobiernos. Pero, ¿cuánto puede durar esto?
En la actualidad, en Pakistán algunos medios de comunicación están siendo víctimas de un embate calculado. Se habían visto antes en el país dictaduras militares y censura, como en el caso de Zia ul Haq; curiosamente también habíamos visto una prensa combativa —aunque no siempre libre de intereses particulares— bajo un régimen militar, como en el caso de Pervez Musharraf. Sin embargo, lo que está sucediendo ahora es cualitativamente diferente.
Esta es la primera vez que el país logra encadenar tres gobiernos civiles consecutivos. Sin embargo, ello no ha revertido en mejores condiciones para la sociedad civil. El ejército ha decidido hacer frente a las críticas poniéndose en pie de guerra e incluso ha acuñado una definición extravagante para el —escaso— disenso de los medios de comunicación: Guerra de Quinta
Generación. Y cuenta con el gobierno en su empeño, ya que también este, cínicamente, considera que las críticas que recibe tienen siempre una motivación partidista. La mayor parte de quienes apoyan al actual primer ministro Imran Khan, son también partidarios tradicionales del ejército, lo que implica que al estado le resulta hoy fácil lograr el consentimiento para ejercer coacciones sobre —algunos— medios de comunicación.
Los lucrativos anuncios publicitarios del gobierno eran la principal fuente de ingresos de los medios de comunicación, pero el grifo se ha cerrado drásticamente y la falta de financiación ha tenido como consecuencia que muchas empresas de comunicación hayan tenido que despedir personal, recortar salarios, pagar con retraso, o las tres cosas a la vez. Y otras muchas han tenido que cesar completamente su actividad. Para remachar el clavo, en el Día Mundial de la Libertad de Prensa, el gobierno se negó a publicar anuncios en el principal periódico en inglés, Dawn.
Es muy común que los editores reciban amenazas telefónicas del ejército y del gobierno
La autocensura está a la orden del día; los comentaristas que no la practican ven cómo los periódicos se niegan a ofrecerles sus columnas de opinión. Y es muy común que los directores y editores reciban amenazas telefónicas por parte del ejército y del gobierno si publican algo que no es de su agrado. Casi no se permitió publicar nada mínimamente crítico respecto a Arabia Saudí cuando el príncipe heredero visitó Pakistán recientemente, y movimientos sociales pro-derechos, como el Pashtun Tahafuzz Movement, no tienen la cobertura informativa que se merecen.
Durante las últimas escaramuzas en Cachemira entre India y Pakistán, en las que este último derribó dos aviones indios, el ejército pakistaní felicitó a los medios de comunicación del país por su ponderación, en comparación con el belicismo de la prensa india. Pero el doble rasero no había desaparecido: en el 2016, cuando Dawn informó de una disputa entre el anterior primer ministro y el ejército a causa de la renuencia de este a permitir que grupos militantes religiosos actuasen en representación suya contra la India, el periódico fue inmisericordemente denigrado por el ejército, y su editor y el redactor Cyril Almedia, que firmaba el reportaje, fueron llevados ante los tribunales con discutibles acusaciones de traición. Desde entonces, Dawn no ha vuelto a publicar ninguna de las columnas de Almeida.
Las redes sociales tampoco son seguras. En una reciente conferencia de prensa, el portavoz de las fuerzas armadas se quejó explícitamente de unos comentarios en Twitter críticos con el ejército. A veces él mismo se encarga de atacar a relevantes periodistas mediante dicha plataforma. En cierta ocasión exigió a un conocido académico que se abstuviese de criticar al ejército en Twitter. Tampoco en este caso se mantiene la coherencia: a los comentaristas progresistas se les dice —con razón— que viven en una burbuja hecha de redes sociales y alejados de la realidad, pero evidentemente es el ejército el que se toma Twitter más en serio que nadie. Que uno de los ejércitos más grandes del mundo invierta recursos para enfrentarse a los llamados twitterati liberales de Pakistán, que constituyen apenas el 0,01% de la población, resulta un hecho notable.
Así pues, Pakistán se halla inmersa en esta situación de “Guerra de Quinta Generación”. Como en todas las guerras, también en esta hay trincheras, y a veces la mejor estrategia es esperar. Si se logra sobrevivir, es que todavía hay esperanza.