Nic Cheeseman
Profesor de Democracia en la University of Birmingham y autor de How to Rig an Election (Yale University Press, 2018)
¿Está en peligro la democracia africana? ¿O simplemente está sufriendo los problemas propios del crecimiento? Mi reciente investigación sobre el tema (y recogida en el informe “A Divided Continent, Regional Report Africa” ,2018) a partir de datos procedentes del Bertelsmann Transformation Index pone de manifiesto que la respuesta es al mismo tiempo “sí” y “no”. Y esta no es una ingeniosa forma académica de tratar de eludir la cuestión. Es más bien un reflejo del hecho de que no hay una África donde la democracia esté en juego.
Hoy, el continente africano consta de dos grupos de países muy diferentes: los autoritarios, que se están deslizando de nuevo hacia el gobierno unipartidista, y los democratizadores, que están consolidando gradualmente sus recientes logros democráticos. Como consecuencia, el continente está profundamente dividido, con casi el mismo número de democracias (15) que de autocracias (16). Para entender la política africana, por consiguiente, hemos de ir más allá de la tendencia general y centrarnos en la considerable fluctuación que está dividiendo la región.
La tendencia general es el retroceso democrático, en consonancia con lo que sucede en todo el mundo. La última década no ha sido positiva para la democracia en África, en especial, si nos centramos en la calidad media de los derechos políticos o las libertades civiles. Según el Índice de Transformación Bertelsmann Stiftung (BTI), entre 2015 y 2017 descendió la puntuación media de todos los indicadores de transformación política en África. Esto significa que se produjo un retroceso general en la calidad de la participación política, en el imperio de la ley, el estado de derecho, la estabilidad de las instituciones democráticas y la integración política y social. Algunos de estos cambios son relativamente pequeños, pero también son consistentes con una década de retroceso democrático y de atrincheramiento autoritario. De acuerdo con esta tendencia, durante este período fueron más los países que se deslizaron hacia un gobierno autoritario que hacia la democracia. Muy notablemente, los abusos gubernamentales cada vez mayores en Uganda y en Mozambique llevaron a estos dos países a ser reclasificados como “autocracias moderadas”, mientras que desarrollos similares en Burundi y Zimbabwe tuvieron como resultado que los incluyeran en la menos democrática de las categorías del BTI, la de “autocracias radicales”.
Otra tendencia es la fluctuación, el avance hacia un continente dividido. Aunque los promedios relativos al continente entero son útiles para hacernos una idea de cómo están cambiando las cosas, los promedios pueden ocultar más de lo que revelan. A nivel subregional el África Occidental y Meridional se desempeñaron mejor que en el Este, el Centro y el Norte de África por lo que respecta a la calidad tanto de la democracia como de la gobernanza.
África se está polarizando cada vez más entre extremos políticos, y sus países democráticos y autoritarios están cada vez más separados
A nivel individual, los cambios en algunos estados fueron aún más acusados. Mientras que muchos de los gobiernos autoritarios del continente se han vuelto aún más represivos, lo cierto es que otros, que aspiran a ser democracias, se están defendiendo bien. En paralelo a la marea de represión, también en los últimos años hemos sido testigos de pacíficos traspasos del poder en Gambia, Ghana, Liberia y Sierra Leona, así como de la llegada de un primer ministro reformista en Etiopía.
A consecuencia de todo ello, África está cada vez más polarizada en dos extremos políticos, y en vez de converger en un terreno común, los indicios sugieren que los países democráticos y los autoritarios se están alejando cada vez más. Naturalmente, esto tiene implicaciones significativas para el futuro, tanto de cada uno de estos países como del conjunto del continente, implicaciones que hemos de empezar a confrontar. Generar una mayor cooperación política regional, por ejemplo, será más difícil, lo mismo que construir consensos en torno a la necesidad de promover la democracia. A su vez, es probable que en los próximos años se exacerbe todavía más la divisoria democrática.