Eduardo Ruiz-Healy
Opinador profesional
Recientemente se cumplieron los primeros cien días de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO). En base a lo que ha realizado durante este período, es imposible predecir cómo será su desempeño durante los años que le restan en el cargo.
Es un hecho que AMLO heredó un país inmerso en una terrible crisis de seguridad, corrupción y valores. Después de 36 años de gobiernos presididos por tecnócratas, México no avanzó como podría haberlo hecho, pues el 44% de su población es pobre.
En lo que a seguridad se refiere, el gobierno no cuenta con los recursos humanos, materiales y económicos suficientes para, a corto plazo, afrontar exitosamente al hampa: no hay suficientes policías federales ni locales plenamente capacitados y bien pagados; los ministerios públicos o fiscalías, tanto a nivel federal como estatal, son insuficientes; y un elevado porcentaje de su personal es corrupto y poco profesional. Lo mismo puede decirse de la mayoría de los tribunales del país por su incapacidad de impartir justicia de manera expedita y eficaz.
La mayoría de los mexicanos no se sienten seguros fuera de sus casas y, en ocasiones, tampoco dentro de ellas. Las tasas de criminalidad han aumentado año tras año y la mayoría de los delitos no se denuncian ante las autoridades porque las víctimas no confían en ellas.
Aún más, el hecho de que las autoridades encargadas de procurar e impartir justicia sean ineficientes o corruptas y que los ciudadanos no confíen en ellas, resulta en una impresionante tasa de impunidad. De acuerdo con el Índice Global de Impunidad IGIMEX 2018, elaborado por la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP), el sistema judicial está colapsado en 26 de las 32 entidades federativas por la falta de policías y jueces. Solamente se denuncian de cuatro a cinco delitos por cada cien que se cometen y aproximadamente un 12% llega a un tipo de investigación con resolución favorable o en contra de la víctima. Estos datos muestran que la impunidad por delitos generales en el país es del 99,3%. Indiscutiblemente, un criminal en México actúa sin riesgos profesionales.
La crisis de valores se refleja en la violencia, delincuencia y corrupción generalizadas
La corrupción penetra en todos los estratos de la sociedad mexicana. Un estudio reciente del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) indica que seis de cada diez empresas incurrieron en actos de corrupción para agilizar trámites y el 40% sobornó para evitar multas. El Índice de Corrupción 2018 elaborado por Transparencia Internacional otorga a México una calificación de 28 de 100 puntos posibles y lo coloca en la posición 138 de entre 180 países. La percepción generalizada es que la mayoría de los servidores públicos son corruptos: desde un policía de calle hasta un funcionario de la más alta jerarquía.
La crisis de valores se refleja en la violencia, delincuencia y corrupción generalizadas. Como hace décadas escribiera un autor: “Para sobrevivir, los pobres no pueden darse el lujo de tener valores; para pasarla muy bien, los ricos pueden darse el lujo de no tenerlos”. Y actualmente en México hay muchos pobres, unos 54 millones de hombres, mujeres y niños que a duras penas sobreviven. De acuerdo con un estudio realizado por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), casi la mitad de los hijos de los mexicanos más pobres no podrá mejorar su nivel de vida; están condenados a la pobreza. Muchos de estos mexicanos no pueden ni podrán alcanzar empleos bien remunerados y para obtener recursos es muy probable que participen en la economía informal, que generalmente está dominada por el crimen organizado.
Los retos que enfrenta el nuevo presidente mexicano son enormes, lo que no significa que sean insuperables. Los problemas económicos y sociales del país no empezaron ayer: han sido parte de la realidad durante siglos. Para resolverlos se deberán abatir los altos niveles de corrupción e impunidad, mejorar la eficiencia del aparato burocrático, elevar la calidad de la educación, entre muchas otras cosas. Será una tarea inmensa que durará decenas de años, sino es que un siglo o más.
AMLO tiene la oportunidad y el mandato popular para iniciar el esfuerzo cuyos frutos se verán plenamente dentro de algunas generaciones. Ojalá esté a la altura de las circunstancias.