Rhian-Mari Thomas
Directora general del Green Finance Institute
Hace casi 12.000 años, cuando los glaciares de la última Edad del hielo se retiraron y la enorme tundra dio paso al bosque en el hemisferio norte, la Tierra entró en una nueva época geológica. Este período, el Holoceno, se ha caracterizado por un clima templado que ha permitido al desarrollo humano. Durante milenios, la civilización ha florecido porque las circunstancias planetarias habitables y los climas locales estables han asegurado el desarrollo de la agricultura y han dado forma al diseño de grandes ciudades e infraestructuras urbanas. Ha sido la previsibilidad de nuestro entorno físico lo que ha permitido el desarrollo de nuestra moderna economía.
Pero ahora esto está cambiando. La temperatura global media ha aumentado 1 ºC desde 1880, la línea-base de referencia de la época preindustrial. Este ritmo de calentamiento es 5.000 veces más rápido que el episodio natural más rápido de calentamiento en el pasado, basado en 65 millones de años de datos registrados en los núcleos de hielo. Los científicos calculan que la probabilidad de que la variabilidad natural del sistema climático pudiese haber causado un calentamiento a esta velocidad y de esta magnitud es de 1 entre 35 millones. Desde 1880, las concentraciones de dióxido de carbono han aumentado desde 291 partes por millón de volumen (ppmv) hasta alcanzar el récord actual de 415 ppmv, los niveles más altos desde hace más de 3,6 millones de años.
Los humanos, principalmente a través de la quema de combustibles fósiles, hemos liberado casi 2,5 billones de toneladas de CO2 a la atmósfera desde el comienzo de la Revolución Industrial, con más de la mitad de dichas emisiones acontecidas en las tres últimas décadas. Por lo tanto, hemos hecho tanto para alterar el clima estable que nos ha permitido prosperar –con pleno conocimiento del impacto de las emisiones de CO2 en la temperatura global, como todo lo sucedido en los milenios anteriores.
La transición [hacia las finanzas verdes] es compleja y requiere de la asignación de capital global hacia las soluciones locales
Dos cosas son inevitables. Primero: la inercia incorporada en los modelos climáticos implica que hay un desfase entre los niveles registrados de concentraciones de CO2 y su impacto global en las temperaturas globales. Esto significa que durante la próxima década, las temperaturas seguirán aumentando independientemente de las acciones que emprendamos para paliarlo, lo que resultará en fenómenos climáticos extremos con mayor frecuencia e intensidad: olas de calor, sequías, incendios forestales, huracanes e inundaciones. Lo que suceda más allá de este horizonte temporal dependerá de las acciones que adoptemos en los próximos años.
Segundo: vamos a descarbonizar la economía global. En la medida en que los pronósticos científicos se conviertan en una realidad observable, y que las consecuencias socioeconómicas de la inacción sean más evidentes y ampliamente conocidas, el proceso de descarbonización se verá impulsado no solo por acción de la economía y la tecnología, sino también por la respuesta política, probablemente respaldada por la intervención reguladora y la posibilidad de demandas legales.
Las finanzas verdes representan la aplicación de la ciencia a la toma de decisiones financieras. Se refieren tanto a la cuantificación de los riesgos emergentes debidos al cambio climático –pérdidas físicas causadas por fenómenos meteorológicos extremos, riesgos de transición con la transformación de sectores enteros y el cambio de valor de los activos, riesgos de quienes buscan compensación por pérdidas relacionadas con el clima, como a los rendimientos que se generarían canalizando capitales hacia “la mayor oportunidad de inversión del siglo XXI”.
Retirar capital de la economía alta en carbono del pasado y destinarlo eficazmente a las oportunidades abiertas por esta transformación económica requiere conocer de las tecnologías y de las conductas sociales que están reemplazando rápidamente a los sistemas existentes. La transición es compleja y requiere de la asignación de capital global hacia soluciones locales.
Desde el Green Finance Institute apostamos por una colaboración más estrecha entre disciplinas y entre grupos más amplios de stakeholders de lo que ha sido históricamente el caso, para co-diseñar marcos legislativos locales y co-crear los mecanismos financieros necesarios para lograr un cambio radical en los flujos financieros orientados al clima. Como principal punto de encuentro del Reino Unido entre los sectores públicos y privados con respecto a las finanzas verdes, nuestro trabajo reúne expertos globales del ámbito industrial, financiero, académico, de la sociedad civil y del gobierno en coaliciones que identifican las barreras a la inversión verde en la economía real, diseñan mecanismos financieros innovadores y canalizan capitales hacia las soluciones que garantizarán que sigamos prosperando en un planeta cambiante.