Desde la llegada de Vladimir Putin al Kremlin, el nacionalismo nostálgico ruso se ha unido a las ansias de mantener un rol preeminente del país como potencia internacional. En el actual contexto geopolítico, Rusia ha puesto en juego dos grandes bazas a su alcance: el arsenal militar y la exportación de recursos básicos, como la energía (60% del total mundial) o los alimentos. La prioridad del liderazgo ruso es mantenerse en el poder, para lo que necesita imponer primero su voluntad sobre la sociedad rusa y después, más allá de sus fronteras. Ya sea mediante noticias falsas, intervenciones militares o a través de la dependencia de la energía, el chantaje del Kremlin busca desalentar cualquier tentación de cambio de régimen y desestabilizar en la medida de lo posible a aquellos poderes que percibe como rivales, en especial EEUU, y, desde la invasión de Ucrania y por un periodo indeterminado, al conjunto de la Unión Europea. La memoria selectiva de la «Gran Rusia» sigue sirviendo de aliento, del mismo modo que el vivo recuerdo del caos y la miseria que siguió al colapso de la URSS es un factor que, sumado a la represión feroz por parte del régimen, mantiene a una parte de la sociedad rusa dentro de una «cámara de resonancia» de las consignas oficiales ¿Cuáles son los principales  escenarios de actuación de Rusia en el exterior? Y, ¿qué persigue el Kremlin en ellos?