Soraya Castro Mariño
Profesora e investigadora titular del Centro de Investigaciones de Política Internacional, Instituto Superior de Relaciones Internacionales, Cuba
En diciembre del 2014 la patente hostilidad o, como la denominara Henry Kissinger, “antagonismo perpetuo” entre Cuba y EEUU, dio paso a una política que sin variar el objetivo estratégico a favor del cambio del sistema político y económico cubano, también apuesta por el diálogo respetuoso, la negociación en pie de igualdad y la cooperación entre pares, pese a las grandes diferencias existentes.
A pesar del conflicto histórico, la asimetría y la desconfianza, características que dominaron durante 55 años las relaciones entre las dos naciones, en apenas 15 meses después de que en julio de 2015 se restablecieran las relaciones diplomáticas, se ha avanzado mucho. Concretamente, se han firmado 23 acuerdos gubernamentales, la mayoría no vinculantes, en áreas de interés común como el narcotráfico, la seguridad de los pasajeros y la carga, la aviación civil, la protección medioambiental y la lucha contra el cambio climático, así como en salud, la investigación sobre el cáncer, agricultura, hidrografía, áreas marinas y terrestres protegidas y el correo postal directo. Además, fueron rubricados arreglos para cooperar en temas de sismología, meteorología, contaminación por derrames de hidrocarburos y otras sustancias nocivas y búsqueda y salvamento marítimo. Los compromisos bilaterales tienen un balance positivo en lo bilateral, regional e internacional.
Al mismo tiempo, y bajo el paraguas de la Comisión bilateral creada por ambos gobiernos, se han establecido diálogos sobre aplicación y cumplimiento de la ley, que incorporan asuntos como el contrabando y la trata de personas, crimen trasnacional organizado, el ciberespacio, el contraterrorismo y fraude de documentos, entre otros. Mientras, el diálogo económico permite establecer grupos de trabajo en temas regulatorios, energéticos, comerciales, inversionistas y de propiedad intelectual.
Poco se ha avanzado en los asuntos más espinosos y medulares para la política exterior cubana como el fin del bloqueo, la devolución del territorio ocupado por la Base Naval de Guantánamo, la compensación al pueblo cubano por los daños humanos y económicos, el cese de las emisiones gubernamentales (Radio y TV Martí), o la anulación de los programas para la llamada “promoción de la democracia en Cuba”, basados en la lógica del cambio de régimen. Y, sin embargo, al existir canales de comunicación es posible de manera respetuosa interlocutar en donde ambas partes exponen sus desacuerdos, y concretan acciones en los asuntos que son de su interés nacional.
Lo más relevante de las modificaciones adoptadas a partir del restablecimiento de relaciones diplomáticas y la apertura de embajadas radica en la expansión de los espacios de negociación y oportunidades de cooperación, incluida la colaboración cultural, científica y educacional.
El posicionamiento de Trump ha puesto en entredicho la normalización de las relaciones bilaterales
Los resultados de las elecciones presidenciales en EEUU, y el posicionamiento del presidente Trump han puesto en entredicho el curso que el proceso hacia la normalización tendrá con la nueva Administración. El 3 de febrero 2017 se anunció una revisión total de la política hacia Cuba, en la cual influirán actores y factores que favorecen mantener y avanzar en el proceso o que, por el contrario, abogan por revertirlo. Pero, quizás, la variable del “desconocimiento” sea la más importante en la ecuación, en tanto impide tener una verdadera visión estratégica y eclipsa o acelera decisiones con trágicos resultados. Como resultado, el tema Cuba puede devenir, sin alto costo político, en una moneda de cambio o la carnaza que tranquiliza a ciertos sectores de extrema derecha.
Si la política de hostilidad perpetua y patente regresa, tal y como se plantea en el ideario del partido republicano, las relaciones entre Washington y La Habana se pueden deteriorar mucho y retornar a la fallida política que en 55 años no brindó los resultados esperados. En ese escenario, Cuba tiene experiencia, además de paciencia, para estar siempre dispuesta al diálogo respetuoso basado en los principios del derecho internacional.
Cuba, con Trump o sin Trump, está llamada a enfrentar sus propios desafíos con una visión estratégica y acompañada por esa vocación natural, como dijera José Martí, de ser un punto de encuentro «por sobre la lengua de los istmos y la barrera de los mares».