Roberto Toscano
Investigador sénior asociado, CIDOB
En el curso de 2016 la sociedad iraní continuó su camino de modernización, adelanto cultural y abertura al mundo por parte de una clase media que, a diferencia de la realidad de los demás países de la región, es muy amplia, y no solamente en la capital, Teherán. El gobierno centrista de Rohaní ha mantenido su proyecto de prudente reforma en vista de las elecciones presidenciales de mayo de 2017, con bastante confianza en la posibilidad de recibir un segundo mandato.
Pero al mismo tiempo, el crédito y la popularidad que Rohaní se ha ganado corren el riesgo de esfumarse como consecuencia de una desilusión muy extendida. Es cierto que era poco realista esperar que el acuerdo nuclear produjese resultados económicos inmediatos, pero hay algo más serio. Mientras que los iraníes han cumplido al pie de la letra los compromisos que derivan del acuerdo, los americanos, como se diría en una expresión inglesa para denotar cierta dejadez, “arrastran los pies”, y no han despejado el camino para una normalización en el campo comercial y financiero. Sin duda Obama ha empujado el acuerdo nuclear que concebía como punto de partida de un cauto proceso de normalización, y no como un hecho aislado solamente necesario para impedir la adquisición de armas nucleares por parte del régimen iraní. Pero la mayoría del Congreso estadounidense no comparte la visión del presidente, e incluso después de la firma del acuerdo nuclear ha habido una proliferación de iniciativas parlamentarias a favor de un aumento de medidas sancionatorias contra Irán. A eso se añade, ahora, la certidumbre que la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca va a empeorar las cosas, en el sentido del aumento de las tensiones…y sin excluir incluso el peligro de un conflicto. Con Trump en la Casa Blanca todas las opciones están sobre la mesa.
Con Trump en la Casa Blanca todas las opciones están sobre la mesa
Pero si eso es así, la estrategia de prudente reforma que caracteriza a Rohaní y su equipo van a tener un muy dudoso futuro. Los conservadores más radicales –que habían criticado el acuerdo afirmando que era un error fiarse de los americanos– han aprovechado inmediatamente la ocasión para subrayar que los hechos les están dando la razón y que, como ha dicho el ayatolá Jamenei, Donald Trump “revela lo que es realmente América…”.
Mientras tanto, los conservadores más radicales en el interior del régimen están jugando muy sucio. Por ejemplo, es inquietante que las recientes detenciones de ciudadanos con doble nacionalidad, sobre todo irano-americanos, hayan sido obra, no del Ministerio del Interior o de los servicios de inteligencia, sino de los Guardianes de la Revolución. Este cuerpo es un verdadero contrapoder que teme una normalización que podría amenazar sus intereses económicos y su rol en política exterior, donde la lucha contra la organización Estado Islámico (EI) y el apoyo a al-Assad le están dando un prestigio que hasta podría convertirse en poder político directo: al general Soleimani, responsable de la “rama exterior” del Cuerpo, se le atribuye un importante potencial como candidato presidencial.
División interna en el régimen, contraste entre una sociedad civil siempre más desarrollada y un régimen que no quería la guerra pero que le tiene miedo a la paz, vuelta a la hostilidad americana después del paréntesis Obama, incertidumbre sobre el futuro de Rohaní y de su proyecto político… El año 2017 amenaza con ser bastante crítico para Irán, un país con un potencial extraordinario pero que no alcanza a liberarse del hándicap de un régimen teóricamente revolucionario, pero de hecho profundamente conservador.