
Eckart Woertz
Investigador sénior, CIDOB.
En mayo del 2018 Estados Unidos se retiró del Joint Comprehensive Plan of Action (JCPOA), el acuerdo nuclear con Irán, y desde noviembre de 2018 el presidente estadounidense Donald Trump ha impulsado las sanciones “más duras jamás aplicadas al país”; ha amenazado con reducir a cero sus exportaciones de petróleo y con poner al país “de rodillas”. El secretario de Estado Mike Pompeo sugirió que la única salida que le quedaba a Irán era el cumplimiento de 12 condiciones. Ello impediría a Irán producir uranio de bajo enriquecimiento para el uso civil de energía nuclear, al que tiene derecho según estipula el JCPOA y el Tratado de No Proliferación. Irán también debería renunciar a su programa de misiles y a su actual política exterior de apoyo a grupos y gobiernos militantes en países vecinos como Líbano, Siria, Irak, Yemen y Afganistán. Las exigencias son tan amplias e intrusivas que es improbable que Irán llegue jamás a aceptarlas.
La experiencia de pasadas sanciones sugiere que estas tienden a fortalecer económica y políticamente a las estructuras estatales autoritarias —como la Guardia Revolucionaria— y que es la población civil la que soporta el peso de su impacto negativo. Los enormes costos humanitarios de las sanciones multilaterales de las Naciones Unidas contra Irak entre 1990 y 2003 representaron un punto de inflexión en el debate sobre las sanciones internacionales y un cambio hacia las sanciones selectivas, que tienen como objetivo a determinados personajes del régimen más que a la población en su conjunto. Pero en realidad hay un sinfín de vías a través de las cuales los regímenes pueden utilizar las sanciones para desarrollar mecanismos de importación alternativos, para desviar el sufrimiento hacia la población general y para adquirir legitimidad echando la culpa de dicho sufrimiento a los intereses extranjeros.
Las sanciones contra Irán anteriores al 2015 tuvieron éxito en la medida en que llevaron a la firma del JCPOA. Tuvieron un amplio apoyo multilateral, definieron unos objetivos muy claros (limitar el enriquecimiento del uranio y la proliferación), explicitaron las medidas que Irán tenía que adoptar para mitigar la dureza de las sanciones, y dejaban margen para incrementar el sufrimiento con objeto de aumentar la presión negociadora a lo largo del tiempo. Nada de esto es aplicable al actual régimen de sanciones de la Administración Trump. Las condiciones que establece son excesivamente amplias y, pese a ello, son opacas. No está nada claro si es posible que Irán las cumpla, ni cómo podría hacerlo suponiendo que quisiera. También se implementan sanciones económicas generales desde el principio, sin dejar margen para incrementar la presión con el tiempo en el improbable caso de que se abra un proceso de negociación. Y sobre todo, las sanciones no son multilaterales, sino que son unilaterales estadounidenses. La UE, China y Rusia siguen respetando el JCPOA, igual que lo hace Irán, según la Agencia Internacional de la Energía Atómica (IAEA). Y sin embargo, EEUU amenaza a terceras partes con sanciones secundarias si continúan haciendo tratos con Irán. Esto también influye. Las grandes empresas multinacionales no pueden permitirse renunciar al enorme mercado de EEUU a cambio del iraní, que es mucho más pequeño. De todos modos, hay formas de eludir las sanciones, que van desde el contrabando al trueque, pasando por las transacciones en divisas diferentes del dólar. EEUU también tuvo que conceder exenciones para la importación de petróleo iraní a una serie de países, como Corea del Sur, para tranquilizar a los mercados internacionales del petróleo. Los estados europeos están pensando en establecer un sistema de pago alternativo mediante la creación de un SPV (Special Purpose Vehicle): una entidad instrumental que permita eludir las sanciones estadounidenses. China e India tampoco están dispuestas a renunciar a sus intereses económicos y estratégicos en Irán.
Irán posiblemente sobrevivirá a las sanciones, mientras que EEUU se verá relativamente aislado
La prolija retórica de Trump invoca el equivalente a “la madre de todas las sanciones” contra Irán. Pero en realidad Irán posiblemente podrá asumir sus daños y sobrevivirá a ellas, mientras que EEUU se verá relativamente aislado. Sus antiguos aliados tratarán de evitar las sanciones secundarias de Washington sin infligir ellos mismos sus propias sanciones. Pero es posible que las sanciones iraníes no estén pensadas para que “funcionen” en un primer momento. Parecen más bien estar destinadas a una audiencia interna, y su no cumplimiento podría ser en realidad un pretexto para lanzar una campaña de cambio de régimen aún más enérgica.