Jaechun Kim
Profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Sogang
La decisión del gobierno de Moon Jae-in de relanzar el proceso del diálogo intercoreano a consecuencia de la diplomacia olímpica de Pyeong Chang tiene el potencial para llevar a EEUU a reiniciar conversaciones con Corea del Norte. Después de Pyeong Chang, la sólida alianza EEUU-Corea del Sur será el mecanismo más influyente para consumar el proceso de desnuclearización de Corea del Norte
Después de acceder al cargo, Moon Jae-in quiso reconsiderar el diálogo con Corea del Norte y regresar al camino abierto por la “Política del Sol”, cuyo objetivo era favorecer un compromiso con el Norte. Sin embargo, desde la toma de posesión del presidente Moon, Pyongyang ha llevado a cabo once pruebas con misiles y una prueba nuclear. Debido a ello, Moon llegó a la conclusión de que Seúl y Washington tenían que reforzar su alianza y centrarse en presionar. Las amenazas de Corea del Norte han hecho tomar conciencia al gobierno de Moon Jae-in de la importancia de la alianza con EEUU. Trump no pensaba que Corea del Norte representase una amenaza directa para EEUU. Solía decir que las armas nucleares de Corea del Norte eran un problema para Corea del Sur y para Japón, no para EEUU. Pero en cuanto Corea del Norte se convirtió en una amenaza directa para EEUU con el desarrollo de misiles balísticos intercontinentales, Trump también empezó a pensar en la alianza como una buena estrategia. Con la escalada de la crisis nuclear y balística con Corea del Norte, la “percepción de la amenaza” por parte de los dos aliados convergió. En el contexto actual, para que la alianza Corea del Sur-EEUU funcione adecuadamente, es preciso considerar los siguientes temas.
Corea del Sur y EEUU deben armonizar sus puntos de vista respecto a Corea del Norte
Primero, Corea del Sur y EEUU deben armonizar sus puntos de vista respecto a Corea del Norte y coordinar sus respuestas. La cumbre Corea del Sur-EEUU mejoró la confianza entre los dos dirigentes, pero Seúl sigue preocupado de que EEUU adopte de nuevo una línea dura contra Pyongyang. Si los dos países mandan mensajes descoordinados será más difícil tratar efectivamente con el régimen dictatorial de Pyongyang.
Segundo, EEUU y Corea del Sur deben acordar el nivel apropiado de fuerza que es preciso aplicar para una eficacia disuasoria. Recientemente, el punto de vista según el cual EEUU tendría que reubicar armas nucleares tácticas en Corea del Sur o, si esto no es factible, ayudar a este país a desarrollar su propio arsenal nuclear, ha ganado ímpetu entre la opinión pública de Corea del Sur. Si ninguna de las dos opciones resultase factible, debería implementarse un Programa Nuclear Compartido entre EEUU y Corea del Sur. La reticencia de EEUU a permitir a la República de Corea algún grado de implicación en su programa armamentístico nuclear exacerbará a la opinión pública surcoreana, que probablemente exigirá poder adquirir sus propias armas nucleares.
Tercero, EEUU responde a la demanda surcoreana de disuasión exportando los medios militares más avanzados. El incremento en el coste de comprar las armas estadounidenses, y la necesidad de aumentar los costes de mantenimiento de la alianza son temas políticamente sensibles en Corea. Ambos países han de ser precavidos al abordar el reparto de los costes; no deben infligir daños a la confianza mutua ya construida.
Cuarto, ambos países deberían acordar elevar su alianza a nivel global para responder a los temas de seguridad no tradicionales en la comunidad internacional, como son la seguridad energética y la ciberseguridad. Asimismo, también es necesario desarrollar el papel regional de la alianza Corea del Sur-EEUU, que celebrará su 65 aniversario en 2018. A finales de abril tendrá lugar una cumbre intercoreana, que será seguida por una cumbre histórica entre EEUU y Corea del Norte. Si Corea del Sur y EEUU pueden colaborar eficazmente y dirigir a los norcoreanos hacia el camino de la desnuclearización, la alianza entre Seúl y Washington será aún más sólida.