Daniel Fiott
Analista sobre Política de Defensa Europea del Instituto de Estudios de Seguridad de la UE
Dicen que la necesidad aguza el ingenio. Este parece ser el caso respecto al impulso para mejorar la política de defensa de la Unión Europea. El Brexit, las dudas sobre el liderazgo estadounidense, el resurgimiento de Rusia en el Este, múltiples amenazas híbridas como la desinformación y los ciberataques, la constante amenaza del terrorismo y la necesidad de gestionar la migración han puesto a prueba interna y externamente a la UE. La necesidad de una mejor defensa de la Unión es evidente, y las instituciones y gobiernos de los estados miembros han adoptado una serie de importantes medidas al respecto en 2017. Se han conseguido más cosas durante los doce últimos meses que en los doce últimos años.
Después de que la Estrategia Global de la UE llamara a actuar de un modo más autónomo para abordar las crisis internacionales, ayudar a sus socios y proteger a Europa, han surgido un montón de iniciativas —nuevas y antiguas— sobre la defensa. Por ejemplo: para abordar el hecho de que los estados miembros todavía planifican en gran medida su defensa a una escala nacional, la Agencia de Defensa Europea ha puesto en marcha una revisión anual coordinada de la defensa para mejorar la sincronización de las políticas de defensa comunes. Para garantizar que la UE pueda responder coherentemente a los retos de su seguridad en su vecindad, el Servicio de Acción Exterior presentó, en noviembre de 2016 y como resultado de la Estrategia Global de la UE, el establecimiento de una Capacidad Militar de planificación y ejecución que aplica una sola estructura de mando estratégica para algunas de las operaciones militares del CSDP (Common Security and Defence Policy).
En 2017, durante la presentación de su propia iniciativa, la Comisión Europea desveló los planes para crear un Fondo de Defensa Europea. Si bien el grueso de la inversión se hará efectivo después del 2020, la Comisión Europea ya ha asignado 90 millones de euros para la investigación en defensa hasta finales de 2019, y ha propuesto destinar 500 millones de euros en desarrollo de capacidades desde 2019 a 2020. Con el tiempo, estos totales se incrementarán y la Comisión se convertirá en un actor clave en la política industrial de defensa.
A finales de 2017, 25 Estados miembros —con la excepción de Dinamarca, Malta y el Reino Unido— decidieron activar el Artículo 46 del Tratado de la Unión Europea conocido como PESCO (Permanent Structured Cooperation). La PESCO es un marco político basado en el Tratado por el que los participantes establecen compromisos mutuos operacionales y de capacitación, que estarán sujetos a una revisión anual por parte del Alto Representante/Vicepresidente.
Además, en el marco de la PESCO, una nación líder y los estados miembros contribuyentes desarrollarán conjuntamente proyectos de defensa común incluidos equipos de respuesta a las ciberamenazas, vigilancia marítima, un eje operativo de respuesta a la crisis y movilidad militar para permitir a las tropas y a los equipos viajar por la UE más fácilmente.
La UE solo estará a la altura de las expectativas de sus ciudadanos si es más receptiva, más capaz y más responsable
Pese a estas iniciativas, sin embargo, la UE solo podrá estar a la altura de las expectativas de sus ciudadanos si el resultado es una UE más receptiva, más capaz y más responsable. En un momento en que los europeos sienten cada vez más la necesidad de avanzar en su política de seguridad, la verdadera prueba de si estas iniciativas mejorarán la defensa de la UE la tendremos cuando la Unión sea un actor de defensa más capaz que pueda hacer frente a toda una serie de desafíos a su seguridad. Claramente, la UE ha dejado atrás la fase de la retórica sobre la defensa y nunca antes ha habido un mayor esfuerzo por parte de los gobiernos de la UE para procurar que la seguridad interna y externa estén garantizadas.
Con la mirada puesta en el futuro inmediato, la clave será mantener el impulso a medida que vayan cambiando los gobiernos y que surjan nuevas prioridades. Las cuestiones perennes, como la de si los gobiernos de la UE serán capaces de desplegar y desarrollar conjuntamente estas capacidades, seguirán en pie, pero los primeros intentos serios de afrontar estas cuestiones ya han comenzado, con el ímpetu para avanzar en defensa desde la visión hacia la acción. Ahora es cuando los gobiernos y las instituciones tienen que cumplir lo prometido.