Lennier López
Sociólogo
Cerca de un millón de cubanos viven en el condado de Miami-Dade según el Buró del Censo de los EEUU. Esto obliga a pensar a la nación cubana y su Estado desde lo transnacional debido al peso económico que tiene la diáspora cubana estadounidense, pero que vive una especie de versión criolla de taxation without representation ante su falta de derechos en Cuba por su condición de emigrados.
Hoy, las conexiones entre los cubanos que viven en Miami y Cuba son mayores. Las remesas se han convertido en uno de los principales activos de la economía nacional; de acuerdo a los datos de Havana Consulting Group, los envíos de remesas a la isla —no solo desde Miami— han aumentado en 2.000 millones de dólares entre 2009 y 2016 respecto a 1993-2008.
Por otro lado, las relaciones políticas entre la ciudadanía cubana de ambas partes han pasado de la hostilidad, antes de 1990, a un acercamiento lento pero progresivo. Sin embargo, hay una desvalorización por parte de los mismos ciudadanos del ejercicio de la ciudadanía desde fuera de la isla. La participación política desde fuera suele ser percibida como un facilismo. Además, el Estado cubano desconoce, desacredita o limita el ejercicio ciudadano de los cubanos fuera de sus fronteras, donde su capacidad represiva es muy limitada.
El ejercicio ciudadano de cubanos fuera suele estar restringido a las redes sociales y a la organización esporádica de eventos o manifestaciones, como la reciente marcha en Washington frente a la embajada de Cuba en los EEUU, donde unas 500 personas exigieron al gobierno cubano que no prohíba la entrada al país a ninguno de sus nacionales. El organizador de la manifestación, Eliecer Ávila, líder del movimiento Somos Más, resaltó varias veces que en Cuba deben caber todos, incluidos “los comunistas”.
Otro elemento que ha dividido a ambos segmentos de la nación cubana es la forma de entender los problemas cotidianos de los cubanos en Cuba. Mientras un cubano asentado en Miami le atribuye al régimen de La Habana la mayoría de los problemas cotidianos de sus compatriotas, quienes viven en la isla suelen dar interpretaciones más inmediatas. Desde fuera los discursos grandilocuentes sobre las consecuencias del totalitarismo, la economía centralizada, etc. resultan clarificadores; desde dentro, la corrupción, la pérdida de valores, el salario, las trabas burocráticas, entre otros, explican mejor la realidad.
Como consecuencia, las soluciones propuestas difieren: desde fuera se enfatiza en una transición política y económica, y desde dentro en soluciones como la disminución de la burocracia, el incremento del turismo, o menos trabas para la producción y comercialización de productos agrícolas. Es fundamental señalar que el Partido Comunista de Cuba ha sabido achacar, con cierto éxito en algunos casos, al embargo estadounidense la mayoría de sus descalabros económicos, y a la amenaza imperialista la falta de libertades.
Comienza a emerger un puente más seguro entre ambas orillas y que construirá una relación mucho más cercana en lo político
Pero ahora comienza a emerger un puente más seguro entre ambas orillas y que terminará por construir una relación mucho más cercana en lo político entre ambas partes. Si bien dos o tres décadas atrás la mayoría de los cubanos residentes en Miami-Dade apoyaban el embargo, y rechazaban cualquier vínculo económico con Cuba alegando que el único beneficiado sería el gobierno de La Habana, en los últimos años estos cubanos han demostrado estar mucho más conectados con los problemas que afectan a sus compatriotas en la isla y, con algunas de las soluciones que estos proponen. De acuerdo al Instituto Cubano de Investigación, en poco más de tres décadas el apoyo al embargo de los cubanos afincados en Miami pasó de casi el 80% al 49% en 2018.
Estos cambios en el panorama pueden estar relacionados con el continuo flujo de cubanos hacia Miami —de acuerdo al Buró de Censo se ha incrementado en 200.000 personas en los últimos 10 años— y a la emergencia de una migración más intermitente. La cercanía se incrementa aún más con el reciente acceso a internet que tienen los cubanos desde Cuba. Y ello permite que dentro de Cuba comience a haber cierta asimilación de los discursos de la diáspora que reconocen la raíz del problema en el modelo político y económico, y no solo en el embargo estadounidense.