Héctor Sánchez Margalef
Investigador, CIDOB
El resultado de las elecciones en Portugal el 4 de octubre de 2015 no fue una sorpresa. La mayoría de los portugueses optaron por la coalición Portugal à Frente (PaF), formada por el partido mayoritario de centro-derecha Partido Social Demócrata y el democristiano Centro Democrático e Social. Los dos partidos optaron por presentarse en coalición y formalizar el pacto de gobierno que había prevalecido durante la anterior legislatura, en la que había tenido que lidiar con el programa de rescate, los ajustes estructurales y los recortes. Obtuvieron 107 escaños, a 9 de la mayoría absoluta.
Lo que sí fue una sorpresa es que los tres partidos de izquierda con representación parlamentaria se conjuraran para impedir la investidura de Pedro Passos Coelho, y presentar una alternativa de gobierno. Este hecho sorprendió por dos motivos: por un lado, porque por primera vez en cuarenta años de democracia en Portugal los partidos socialista (86 escaños) y comunista (17) se pusieron de acuerdo para proponer una alternativa de izquierdas, contando también con el Bloco de Esquerda (19). Teóricamente, las diferencias del partido socialista con el comunista y el BE eran insalvables; de hecho, el programa de los socialistas se parecía más al de PaF que al de comunistas y bloquistas, sobre todo en lo que respecta al cumplimiento de los compromisos internacionales.
Por otro lado, por primera vez no gobierna el partido más votado sino la segunda fuerza con mayor apoyo parlamentario. Aun sabiendo que el pacto de izquierdas estaba forjado, el presidente de la República encargó a Passos Coelho formar gobierno confiando en romper la disciplina de voto de los socialistas que no estaban del todo de acuerdo con el pacto con los comunistas, pero prosperó la moción de censura socialista y Passos Coelho pasó a la oposición.
Pro primera vez no gobierna el partido más votado sino la segunda fuerza con mayor apoyo parlamentario
La unidad de las tres fuerzas de izquierda durante toda la legislatura no está ni mucho menos garantizada. Probablemente no haya problemas con la permanencia en la UE, la OTAN y el euro, pero sí en fiscalidad y privatizaciones porque los socialistas quieren mantener los compromisos y el límite de déficit pactados con Bruselas. Con la vista puesta en las elecciones presidenciales de 2016 y las locales de 2017, es probable que comunistas y bloquistas, que se disputan más o menos el mismo espacio electoral, se planteen romper con el gobierno de Costa para marcar un perfil propio.
Portugal se ha convertido en el segundo país del sur de Europa, después de Grecia, en echar al gobierno que gestionó el rescate. El giro a la izquierda, sin embargo, no solo alcanza los países del sur de Europa sino que en Reino Unido, ha alcanzado al liderazgo del partido laborista. Está por ver si esto es una casualidad fruto de la clásica alternancia en el poder entre partidos de centro-derecha y de centroizquierda, o un síntoma que va más allá de hechos puntuales. Tradicionalmente, los cambios de gobierno se deben a las dinámicas internas de cada estado sin que esto sea consecuencia ni tenga repercusión en el escenario europeo; sin embargo, la vieja izquierda busca la manera de proponer alternativas a las políticas de austeridad y la nueva izquierda necesita aliados para hacer valer su agenda, si es que la tiene.