Antón Costas
Catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona
De enfermo de Europa a alumno aventajado de la eurozona. Esta podría ser una forma de resumir el comportamiento de la economía española durante la crisis. Después de una fuerte recesión, la tasa de crecimiento está por encima del 3%. Es el mayor crecimiento de las economías desarrolladas de la OCDE. Además, las proyecciones para 2017 mantienen tasas relativamente elevadas. Este comportamiento requiere alguna explicación.
“The party’s over”. Así titulaba The Economist un reportaje especial sobre España en noviembre de 2008. Esa visión despilfarradora y de fiesta continuada se vio reforzada en 2010 con la aparición de la crisis de la deuda soberana.
Los desequilibrios económicos a la altura de 2008 parecían confirmar esta visión de debilidad y despilfarro: el déficit comercial era del 10% del PIB, algo que nunca antes había ocurrido. La otra cara de ese desequilibrio, era el sobreendeudamiento exterior.
Sin embargo, la economía española corrigió ese déficit de forma sorprendente y a partir de 2014 se produjo un fuerte rebote. Quedaba la duda de si no sería lo que en economía se conoce como el “rebote del gato muerto”. Pero la continuidad de ese crecimiento en 2015 y 2016 confirma que tiene fundamentos.
Si la economía española estaba tan enferma, ¿por qué ahora crece tanto?
La pregunta es inevitable: si la economía española estaba tan enferma, ¿por qué ahora crece tanto? La explicación convencional es que está impulsada por “vientos de cola”: la caída de los precios del petróleo; la nueva política monetaria del BCE con su efecto en la caída de los tipos de interés y, por tanto, de la carga de intereses de la deuda privada; la mejora del tipo de cambio del euro y la política fiscal menos restrictiva. Sin duda, esos vientos han beneficiado nuestro crecimiento. Pero también a las demás economía europeas y, sin embargo, no tienen el mismo dinamismo. Hay algo más, por lo tanto, que vientos de cola.
La segunda explicación es la reforma del mercado de trabajo de 2014, que facilitó las condiciones de despido y contratación e introdujo una devaluación de los salarios. Pero esta tampoco es suficiente para identificar bien los fundamentos del crecimiento español.
Además de esos dos factores hay también una mejora continuada de la productividad de las pymes y grandes empresas, así como del número de empresas que exportan de forma continuada. Desde 2001 España ha sido la economía de la OCDE que mejor ha sabido conservar su cuota de exportaciones en los mercados mundiales.
Pero hay algo más. En los últimos años España ha experimentado una transformación estructural extraordinaria: las exportaciones de servicios no turísticos (ingeniería, servicios financieros, de transporte, retail, consultoría, I+D, etc.) han crecido de forma rápida y sostenida. Este es un hecho nuevo y alentador. Nos dice que había una productividad durmiente que la crisis ha puesto en valor.
La mejora continuada de la productividad, junto con un clima social y laboral cooperativo, son los mejores fundamentos para la continuidad del crecimiento.