Lucia De Stefano
Profesora asociada de la Universidad Complutense de Madrid y subdirectora del Observatorio del Agua de la Fundación Botín
Aaron T. Wolf
Profesor de Geografía en el Colegio de la Tierra, Océano y Ciencias Ambientales de la Universidad Estatal de Oregón
El actual panorama mundial está definido por la creciente demanda de agua, al tiempo que caen los niveles freáticos, las masas de agua están cada vez más contaminadas y las infraestructuras de suministro y tratamiento están envejeciendo. Desde el Mar de Aral hasta el río Zambeze, los conflictos por el agua son motivo de preocupación a nivel local, regional, nacional e internacional. Y el potencial de conflicto y la necesidad de cooperación entre las partes interesadas en la gestión de las cuencas aumentará a medida que se agudicen los problemas.
La historia refleja que el agua puede ser un catalizador para el diálogo y la cooperación, incluso entre países ribereños especialmente conflictivos
En el mundo, hay 310 cuencas fluviales y unos 600 acuíferos subterráneos que desbordan las fronteras políticas de dos o más países. Las cuencas internacionales abarcan el 45,3% de la superficie terrestre, afectan aproximadamente al 40% de la población mundial y representan aproximadamente el 80% del caudal fluvial global. Si bien el riesgo potencial de disputas enquistadas es especialmente elevado en dichas cuencas, la historia también refleja que el agua puede ser un catalizador para el diálogo y la cooperación, incluso entre ribereños especialmente conflictivos. Además, cuando las partes implicadas en las negociaciones transfronterizas consiguen pensar más allá de sus derechos (“Quiero aquello a lo que tengo derecho”) y centrarse en el reparto equitativo de “cestas” de beneficios (“¿Cómo podemos los dos satisfacer nuestras necesidades?”), las oportunidades para la cooperación aumentan.
Las aguas que cruzan fronteras internacionales son susceptibles de generar tensiones entre las naciones que comparten el río. Aunque no es probable que estas conduzcan a la guerra, la cooperación temprana entre estados ribereños sirve en cualquier caso para mitigar las potenciales disputas. Contra lo que uno podría pensar, una vez se ha acordado un marco de cooperación respecto a las aguas transfronterizas, a menudo este es tremendamente resistente al paso del tiempo —incluso entre naciones hostiles tradicionalmente—, llegando incluso a mantenerse en contextos de conflicto abierto por otros motivos.
La evidencia de pasadas interacciones transfronterizas respecto al agua sugiere que las tensiones políticas vienen determinadas en mayor medida por los índices de variabilidad o de cambio en una cuenca, y con la capacidad institucional de acomodar dichos cambios, principalmente
por medio de tratados o de organizaciones internacionales de gestión de las cuencas fluviales. A este respecto, el incremento en la futura variabilidad del agua disponible que contemplan la mayoría de escenarios del cambio climático podría alterar sensiblemente los actuales equilibrios hidropolíticos, haciendo peligrar compromisos ya firmados en los tratados acerca del suministro de agua, el control de los caudales o la calidad del agua río abajo. Esto puede cuestionar muchos de los entendimientos transfronterizos hoy existentes y nos recuerda la necesidad de trabajar en la construcción de acuerdos más sólidos.
Con todo ello, la mayor amenaza para la seguridad humana en relación a la actual crisis del agua es el hecho de que millones de personas se vean aún privadas de acceso a cantidades suficientes de agua de una calidad suficiente para su bienestar, un problema que el crecimiento de previsto de la población no puede sino agudizar. En este contexto, la disminución más o menos súbita de la cantidad o la calidad del agua —sino de los dos atributos a la vez— podría minar la estabilidad interna de regiones y naciones, aumentando la rivalidad entre grupos étnicos, sectores hídricos o estados y provincias. El agua es fundamental para el bienestar de todas las sociedades, y la política en torno a la compartición del agua más allá de las fronteras es esencial para garantizar la estabilidad a nivel doméstico y en el escenario internacional.