Blanca Garcés-Mascareñas
Investigadora GRITIM de la Universitat Pompeu Fabra e Investigadora asociada de CIDOB
«No podemos aceptar más refugiados, esto no es posible». Así lo sentenciaba el primer ministro francés Manuel Valls a finales de noviembre de 2015, a los pocos días de los atentados terroristas en París. Sin embargo, declaraciones similares venían haciéndose desde mucho antes, como por ejemplo a principios de octubre, cuando el primer ministro británico David Cameron afirmó que Gran Bretaña “se vería inundada” en caso de abrir las puertas a todos los refugiados.
Pero ¿Por qué “no podemos aceptar más refugiados”? Pocas veces se explica. Tampoco se ha explicado por qué las políticas multiculturales, incluso en aquellos países donde nunca han existido, como en el caso de Alemania, se han considerado políticas fracasadas. Ambas afirmaciones carecen de argumento. Su simple repetición ha servido para construir una evidencia sin datos de difícil contrarréplica, simplemente porque se enuncia desde un supuesto sentido común. En el caso de “no podemos aceptar más refugiados”, el sentido común sugiere que la capacidad de recepción es limitada. Parece un argumente simplemente maltusiano. Sin embargo, los datos no acompañan: ¿Qué peso tendrían 1 o 2 millones de refugiados en una Europa de 500 millones de habitantes? ¿Por qué Europa “no puede más” mientras que Turquía, con más de 2 millones de refugiados y una población de 75 millones (seis veces menor), sigue recibiéndolos a miles por semana y ahora además lo hace por mandato de la Unión Europea?
La cuestión no es si podemos o no recibir más refugiados. No solo estamos obligados moral y legalmente, sino que no hay alternativa
Si no es una cuestión de números, ¿por qué entonces? La respuesta es sencilla: no es que Europa no pueda más, es que una parte creciente de sus electorados afirma no poder más. Por un lado, crecen los ataques contra refugiados, así como contra aquellos políticos a quienes se acusa de darles la bienvenida. Además, según una encuesta reciente del Instituto Francés de Opinión Pública (IFOP), el apoyo ciudadano a los refugiados –especialmente en países como Francia– está disminuyendo considerablemente. Por otro lado, crece también la sensación de que la Unión Europea y sus estados miembros se ven desbordados en su incapacidad de llegar a un acuerdo (y más que esto, a una política) común. El mismo Manuel Valls, después del “no podemos aceptar más refugiados”, lo justificaba diciendo que, de no frenar la entrada de refugiados, “los pueblos dirán basta con Europa”. Ante una Europa paralizada se prefiere pues atajar “el problema de raíz” que darle una respuesta.
Pero la cuestión no es si podemos o no recibir más refugiados. No solo estamos obligados moral y legalmente, sino que no hay alternativa. Podemos construir muros cada vez más altos y tecnificados. Podemos restablecer las fronteras internas de la Unión Europea. Podemos crear zonas de tránsito y recordarles que los vamos a devolver. Pero cuando no hay ya nada más que perder, no hay fronteras que valgan. Habrá más muertes en las fronteras pero seguirán llegando. Ceuta y Melilla son un ejemplo dramático. Si no hay alternativa, la cuestión que deberíamos plantearnos entonces es cómo hacerlo, es decir, cómo dar respuesta a la huida, llegada y recepción de refugiados de manera que no solo no vulneremos su derecho de asilo sino que no avivemos con la mala gestión los miedos de la vieja Europa.