Lily Welborn
Investigadora del proyecto “African Futures and Innovation”, Institute for Security Studies, Pretoria
La mayor parte de África no se está adaptando al cambio climático; pese a su diversidad geográfica, dos terceras partes del continente están experimentando las dos características distintivas de la aridez: calor excesivo y pluviosidad inadecuada. Los climatólogos esperan que las lluvias aumenten en los bosques tropicales, la sabana y los desiertos del centro y el este de África, especialmente durante la segunda mitad de este siglo, y que potencialmente mejoren las cosechas en algunas de las poblaciones más empobrecidas de África. Pero las inundaciones catastróficas ya han empezado a ser más frecuentes, y la malaria se extiende porque los mosquitos pasan a más zonas húmedas y cálidas.
En el sur de África, unas precipitaciones erráticas, el ascenso de las temperaturas y unas sequías más prolongadas están comprometiendo la disponibilidad y la calidad del agua, y han empujado a más de diez millones de personas a la inseguridad alimentaria. En el norte, las olas de calor extremo, las inundaciones provocadas por la subida del nivel del mar y la escasez de alimentos están amenazando a una región que ya depende de la importación de alimentos. Egipto, Libia y Túnez son los que tienen poblaciones más amplias expuestas a las consecuencias de la subida del nivel del mar. Mientras, el África Occidental, hogar de enormes poblaciones urbanas pobres, experimentará probablemente todas estas consecuencias dada su increíble variedad de climas.
El Sahel, la ecorregión semiárida que se extiende desde el Senegal hasta Eritrea, es la zona climáticamente más vulnerable del mundo. Los pastores y agricultores, dependientes de la pluviosidad, tendrán que habérselas con unas condiciones climáticas sin precedentes. Aquí, unas brillantes estrategias de regeneración de bosques tienen que convivir con la escalada de violencia de Boko Haram, al-Shabaab, al-Qaeda y otros grupos militantes islamistas. Y por encima de ellos planean los drones y los aviones militares de la FC-CG5, la Fuerza Conjunta G5 del Sahel.
El cambio climático aniquila las premisas sobre las que se han construido nuestros modernos sistemas políticos y económicos: la búsqueda de un crecimiento incesante es no solo necesaria, sino que constituye el telos de la humanidad; los recursos naturales son infinitos; la supervivencia es un juego de suma cero.
Preguntar si África puede adaptarse al cambio climático es preguntar si los países más industrializados del mundo serán capaces de renunciar al paradigma del crecimiento infinito
Ningún país es inmune al cambio climático, pero algunos países están mejor equipados que otros: depende en gran parte de la calidad de sus instituciones gobernantes, de su nivel de desarrollo, y de su geografía. Así, la mayor parte de las 54 naciones africanas están en graves dificultades.
Una visión política de África anticipa una agitación social cada vez mayor, una desigualdad cada vez más profunda y unas cleptocracias cada vez más descaradas, todo ello sobre un fondo de fenómenos meteorológicos cada vez más extremos. También contempla la reciente intensificación de unos ataques terroristas cada vez más destructivos y el cuestionamiento de las normas de la buena gobernanza.
Una mirada económica superficial tiene que considerar la dependencia de África de la ayuda exterior, la disminución de las reservas de agua y comida, y el rápido crecimiento de la población, y tiene que prever unos niveles insostenibles de competencia por los recursos naturales.
Una perspectiva humanitaria verá a más de 20 millones de personas desplazadas a la fuerza en el continente, a dos terceras partes de la población mundial viviendo en una pobreza extrema, y un índice de desnutrición en el África Subsahariana de un 22%. Y a menos que se adopten unas medidas políticas espectaculares teniendo en cuenta el clima para combatir la pobreza, el número de personas en África extremadamente pobres seguirá creciendo hasta mediados de la década de 2040.
El clima seguirá inevitablemente calentándose durante otros 30 años, más tiempo que el que les queda de vida a muchas de las personas que están leyendo estas líneas. Se producirán en el planeta cambios e irreversibles; la normalidad climática desaparecerá. Para mitigar las consecuencias del cambio climático más allá del 2050 hay que reducir ahora las emisiones de gases de efecto invernadero y proteger los ecosistemas que absorben CO2, como humedales, bosques y turberas. Preguntar si África puede adaptarse a las consecuencias del cambio climático es preguntar si los países más industrializados del mundo serán capaces de renunciar al paradigma del crecimiento infinito.