Pol Bargués
Investigador, CIDOB
María Martín de Almagro
Profesora de Ciencias Políticas, Université de Montréal
El 20 de septiembre del 2017, la Unión Europea (UE) y la Organización de Naciones Unidas (ONU) lanzaron Spotlight, una iniciativa ambiciosa, sin precedentes, que tiene como objetivo eliminar todas las formas de violencia contra mujeres y niñas en todo el mundo. Con una partida inicial de 500 millones de euros, la UE financia el proyecto que proporciona un soporte continuado y especifico a países de diferentes regiones para prevenir la violencia sexual y de género. La estrategia se enmarca en la agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y establece una fuerte cooperación entre organizaciones y grupos interesados, internacionales y locales. Esta es precisamente una de sus fortalezas: sobre el terreno, la estrategia para acabar con la violencia sexual y de género se traduce en una cooperación constante entre la ONU, los gobiernos y sobre todo un conglomerado de actores locales, desde grupos autónomos de mujeres a organizaciones, centros, medios de comunicación y el sector privado.
El compromiso con políticas que tengan en cuenta cuestiones de género no es nuevo para la UE y la ONU. Existe una sensibilidad creciente y un compromiso firme, especialmente desde que el Consejo de Seguridad aprobó la resolución 1325 en el 2000, relativa a las mujeres y la paz y la seguridad. Lo más llamativo en el caso de Spotlight es la ambición hercúlea de sus objetivos. Su determinación es acabar con una “epidemia global” de violencia machista, “una de las más rampantes y devastadoras vulneraciones de derechos humanos en el mundo”, que deja estadísticas asfixiantes ya que “causa más muertes que las guerras civiles”. Refleja también que “el 35% de las mujeres ha experimentado violencia, y hasta el 70% en algunos países”; o que “la mitad de los feminicidios son perpetrados por un miembro de la familia”.
Spotlight pretende acabar con esta epidemia aconsejando e influyendo tanto en el plano legislativo –con leyes que protejan a las víctimas o promuevan la igualdad de género– como en el ejecutivo –fortaleciendo la perspectiva de género en las instituciones, para que las mujeres tengan igual acceso. También invierte en la producción, recolección y análisis de datos para informar sobre las políticas de estos gobiernos. Además, Spotlight intenta dar apoyo a movimientos autónomos de mujeres e incidir en normas sociales y culturales, combatiendo estereotipos, redefiniendo la masculinidad y trabajando en la aceptación de la igualdad de género. Las tareas son múltiples y generosas. El objetivo final es mayúsculo: transformar las sociedades y sistemas políticos para erradicar la violencia sexual y de género.
Spotlight es una iniciativa de apoyo que sirve para sostener la esperanza de que un futuro con igualdad de género es posible si se sigue cooperando y trabajando en el presente
Aunque todavía es pronto para valorar las repercusiones y el alcance de este proyecto, en este punto es importante hacer tres observaciones. En primer lugar, que la elección de los países ha seguido criterios arbitrarios. En África por ejemplo, Liberia, Malawi, Malí, Mozambique, Níger, Nigeria, Uganda y Zimbabwe son los países elegidos, si bien no son los países con mayor índice de violencia contra mujeres. Las reglas formales de selección, que dejan amplias prerrogativas al criterio subjetivo de los funcionarios de organizaciones internacionales, son además de que el país debe contar con altos niveles de violencia de género, que las autoridades del país beneficiario deben mostrar voluntad de avanzar y capacidad para hacerlo.
Un segundo punto importante a destacar, es que Spotlight es indicativo de la tendencia de la ayuda internacional a prolongarse en el tiempo. Hoy el proceso es más importante que el resultado (que nunca llega). El objetivo final de erradicar la violencia parece ser menos importante como que se hagan pequeños avances en la buena dirección. En este sentido, Spotlight es una iniciativa de apoyo que sirve para sostener la esperanza de que un futuro con igualdad de género es posible si se sigue cooperando y trabajando en el presente.
El tercer y último punto, es que los que financian y ofrecen apoyo técnico deciden, pero son las organizaciones locales de mujeres las que deben cumplir con su deber de ofrecer soluciones locales a los problemas que se consideran también de cultura local. Para Spotlight, la responsabilidad última de conseguir esa igualdad que nunca llega, no es de agencias externas. Recae, como siempre, en las mismas víctimas de violencia sexual y de género. Ellas deberían ser capaces, con un poco de ayuda y dirección, de convertirse en las heroínas que erradiquen esta epidemia.