Alexandre Dayant
Investigador asociado del programa para las Islas del Pacífico, Lowy Institute*
En los últimos dos años, la creciente influencia de China en el Pacífico se ha convertido en un tema central para los formuladores de políticas australianos y estadounidenses. Todos temen que la región caiga bajo el yugo de Beijing y advierten de la “trampa de la deuda china” (debt-trap diplomacy) de China, que buscaría empujar a las economías de la región a una situación de insolvencia, para lograr a cambio concesiones geoestratégicas. Sin embargo, no parece que estos avisos tengan efecto sobre los estados insulares del Pacífico; como tantos otros estados, en septiembre del 2019 las Islas Salomón y Kiribati cambiaron su lealtad diplomática y el reconocimiento de Taiwán a favor de la República Popular de China.
¿Existen realmente indicios de que China está llevando a cabo una estrategia que mediante la trampa de la deuda busca obtener concesiones geopolíticas? En un reciente informe del Lowy Institute, un grupo de expertos australiano especializado en política internacional hemos estudiado el tema, utilizando datos extraídos del Pacific Aid Map.
Contradiciendo la retórica actual de la “trampa de la deuda”, hemos concluido que China no es el principal factor de endeudamiento del Pacífico, mucho menos por ejemplo, que la fuerte exposición de la región a los desastres naturales. China tampoco es el acreedor dominante, y por lo tanto, no ejerce una influencia determinante en las economías del Pacífico. Los acreedores tradicionales, incluidos los bancos multilaterales de desarrollo (como el Banco Mundial y el Banco Asiático de Desarrollo), siguen desempeñando un papel de liderazgo en la región. Ciertamente, China es el acreedor dominante en Tonga. Pero esto está lejos de ser beneficioso para Beijing: en los últimos cinco años, China ha tenido que posponer en dos ocasiones los pagos programados para evitar que el reino caiga en mora.
Además, nuestro análisis muestra que las condiciones de los préstamos chinos son mucho menos predatorias que lo que a menudo se publica. Si bien los créditos extranjeros de China, por ejemplo, en África o América Latina, a menudo se basan en tasas de mercado, en el Pacífico China es mucho más cautelosa y, por lo tanto, generosa. De hecho, la gran mayoría de los préstamos chinos en la región son suficientemente favorables (baratos) para calificarlos como ayuda para el desarrollo.
Que los préstamos chinos sean un problema o no, depende de la situación macroeconómica y fiscal de cada país
En estas circunstancias, un tercer interrogante es saber si China ha prestado dinero a países que ya se encuentran en una situación fiscal inestable. Para averiguarlo, examinamos este problema en detalle superponiendo los préstamos chinos con la evaluación de sostenibilidad de la deuda del Fondo Monetario Internacional para los países prestatarios al momento de firmar cada préstamo. Averiguamos que en el 90% de los casos, los préstamos chinos se otorgaron a países con suficiente capacidad para absorber más deuda. Solo el 10% de los préstamos chinos eran potencialmente problemáticos. Pero cuando se compara a China con otros acreedores de la región, Beijing no es necesariamente el peor alumno de la clase.
Nuestro estudio sugiere que China no está llevando a cabo en el Pacífico la citada diplomacia de la trampa de la deuda. O al menos, todavía no.
Sin embargo, es el futuro lo que nos preocupa. La enorme capacidad financiera de China y la falta de mecanismos institucionales para proteger la sostenibilidad de la deuda de los países prestatarios convierten a Beijing en un depredador potencial en la región.
Actualmente, la mayoría de los países del Pacífico con deuda con China tienen ya poco margen de maniobra para endeudarse más. Es por ello que si China aspira a seguir siendo un jugador importante en la región, tendrá que virar su enfoque y ofrecer más subvenciones que préstamos.
La conclusión de nuestro análisis es sencilla: que los préstamos chinos sean un problema o no para quien los recibe, depende, por supuesto, de la situación macroeconómica y fiscal de cada país. Para los países que acumulan una alta deuda, como Samoa, Tonga o Vanuatu, aceptar nuevos préstamos sería bastante arriesgado; en cambio, Islas Salomón y Kiribati están tranquilos, ya que cuentan con una deuda relativamente pequeña y más concesional.
Esto no significa que no haya nada de qué preocuparse. El peligro real en esta etapa aún no es el de la deuda, sino el riesgo relacionado con los problemas de gestión y gobierno que generalmente acompañan a la ayuda china. Por el momento, esto es lo que requiere la mayor atención. Al final, el problema con la retórica actual es que crea una distracción que la región no necesita.
* El presente artículo fue escrito en coautoría con Roland Rajah, Director del programa de Economía Internacional y Jonathan Pryke, Director del programa para las Islas del Pacífico, Lowy Institute.