Joseph Nye
Profesor emérito en Harvard y autor de “Is the American Century Over?”
Durante la campaña de 2016 Donald Trump dejó pasmados a sus aliados al cuestionar la estructura de la alianza que ha sido el cimiento de la política exterior norteamericana. Descalificó a la OTAN por obsoleta y dijo que Japón y Corea del Sur podrían desarrollar armas nucleares para hacerse cargo de su propia defensa. En el pasado, los norteamericanos hemos tenido agrios debates sobre asuntos importantes de política exterior relacionados con la intervención en países en vías de desarrollo como Vietnam e Irak, pero el consenso fundamental durante siete décadas ha sido nuestro sistema de alianzas globales; antes de 2016 ningún candidato presidencial lo había cuestionado. Por suerte, durante su primer año en el cargo, el presidente Trump cambió radicalmente de posición y reafirmó las alianzas tradicionales de Estados Unidos. Al mismo tiempo, sin embargo, cuestionó las instituciones multilaterales y se retiró de los acuerdos sobre el clima de París, y de la UNESCO. Respecto al comercio internacional, Trump se retiró del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica que había negociado el presidente Obama, insistió en renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y amenazó a China con guerras comerciales.
El verdadero problema de la política exterior de EEUU será la entropía, la incapacidad de hacer el trabajo
La política America First de Trump dejó un vacío en el liderazgo global que el presidente de China Xi Jinping se apresuró a llenar. De todos modos, el verdadero problema de la política exterior de EEUU no es que nuestro país sea adelantado por China, que todavía está lejos de poder equipararse en poder con él. Nuestro problema será la entropía, la incapacidad de hacer el trabajo.
Esta tarea, en peligro de resultar irrealizable, requiere redes, instituciones y el poder blando de la atracción. En un mundo de complejidad creciente, los estados más conectados serán los más poderosos. Washington tiene unos 60 aliados con los que ha firmado tratados y China solo tiene unos cuantos. El año pasado el Soft Power 30, el índice de los treinta países del mundo con más poder blando clasificaba a Estados Unidos en primera posición; con Trump ha caído a la tercera. En cuanto a alineamientos políticos, antes de este año The Economist estimaba que entre los 150 países más grandes del mundo, casi un centenar tendían a alinearse con Estados Unidos y solo 21 en contra.
Estas redes son un activo importante para generar el poder blando necesario para organizar estados en respuesta a nuevas amenazas transnacionales como el terrorismo, la inestabilidad financiera y el cambio climático. Desgraciadamente, Trump sigue en apariencia sin entender la importancia del poder blando, y ha recortado los recursos del Departamento de Estado y de las Naciones Unidas.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los presidentes estadounidenses crearon instituciones internacionales y tejieron alianzas. Comprendieron que un poder inteligente requiere la combinación de recursos de poder duro y poder blando. Los presidentes Roosevelt y Truman establecieron las Naciones Unidas como marco de referencia para el uso de la fuerza, y las instituciones económicas de Bretton Woods contribuyeron a una prosperidad sin precedentes.
El sistema creado por Estados Unidos ha sido bautizado con el nombre de “orden liberal internacional” porque su carácter abierto produce bienes públicos al alcance de todos. Pero es una etiqueta que se presta a confusión porque cubre los asuntos político-militares, las relaciones económicas, las relaciones ecológicas e incluso la promoción de los valores liberales. Está por ver en qué medida cada uno de estos diferentes aspectos depende de los demás. El futuro de la política exterior estadounidense es difícil de predecir debido a la personalidad volátil de su presidente. El aspecto militar parece mucho más robusto de lo que sugería la retórica temprana de Trump. Pero no puede decirse lo mismo del sistema económico internacional o de la gobernanza de los bienes comunes globales.