INÉS ARCO ESCRICHE
Investigadora, CIDOB
La invasión de Ucrania ha puesto la relación entre China y Rusia bajo el minucioso escrutinio de la comunidad internacional. Pese a las continuas presiones de EEUU y la UE para condenar a Rusia, China ha evitado posicionarse abiertamente, si bien ha ofrecido un cierto apoyo simbólico a Moscú a través de una retórica firme, que posee un componente antiestadounidense, anti-OTAN y anti-sanciones. Las muestras de cercanía personal entre sus líderes, las referencias a una «amistad sin límites» y la inexistencia de «áreas de cooperación prohibidas» que aparecían en la declaración conjunta firmada por ambos países el 4 de febrero de 2022 han sido interpretadas como una aquiescencia[1] china a la guerra, y como la emergencia de un «eje de autocracias». No obstante, más allá de plasmar la antipatía hacia EEUU y Occidente, y de la mención –la primera explícita– de la oposición china a la OTAN –y a otras alianzas militares en Asia, como el QUAD o el AUKUS–, la declaración conjunta del presidente chino Xi Jinping y su contraparte rusa, Vladimir Putin, confirmó un acercamiento político y económico estratégico entre ambos países ya con anterioridad a la invasión rusa de Ucrania.
Sin embargo, bajo la aparente unidad, existen también disconformidades, límites y desavenencias relevantes que pueden emerger en contextos de crisis. Un mes después del comienzo de la invasión, Qin Gang, embajador chino en EEUU matizó públicamente que la relación tenía una línea roja: los principios de la Carta de las Naciones Unidas. La guerra iniciada por Putin se ha convertido en el termómetro de la resiliencia de la cooperación sino-rusa.
Intereses geopolíticos matizados
Parte del acercamiento sino-ruso se interpreta en base al impacto de la creciente competición sistémica y el recrudecimiento de las relaciones de ambos países con EEUU desde 2014. No obstante, la antipatía frente al orden internacional liberal es solo un aspecto más en una relación compleja, basada en cálculos geopolíticos, entre Moscú y Beijing. Por ejemplo, existe un interés común en mantener buenas relaciones bilaterales entre vecinos que comparten más de 4.200 km de frontera.
Ahora bien, los objetivos de China y Rusia no son los mismos. Aunque ambos coinciden en su el interés por erosionar la hegemonía occidental en el sistema internacional, los elementos definitorios de este nuevo orden para Beijing y Moscú son antagónicos. La invasión de Ucrania iniciada por Putin muestra un rechazo frontal de los principios del orden internacional actual y la voluntad de usar la fuerza para lograr sus objetivos. China, en cambio, está bien integrada en el sistema y su prosperidad económica y su desarrollo como potencia siguen dependiendo del orden internacional actual. Esta divergencia demuestra la incomodidad de China para limitar sus relaciones con Rusia en una alianza real y prefiere el estado actual del vínculo, manteniendo su autonomía e independencia.
Respecto a las dinámicas regionales, China no ha reconocido la anexión de Crimea por parte de Rusia, contraria al principio de integridad territorial que esgrime Beijing para justificar sus planes de reunificación con Taiwán –que, contra lo que afirman muchos analistas actuales, es hoy una aspiración mucho más difícil que antes de la invasión–. Por su parte, Rusia ha mejorado sus relaciones militares y energéticas con Vietnam e India, dos de los rivales de China en disputas territoriales, en el mar del Sur de China y en el Himalaya, respectivamente, un posicionamiento que irrita a las élites chinas. Y aunque hasta ahora China y Rusia han podido cooperar en Asia Central y en el Ártico, este aspecto colaborativo siempre se ha visto con cierta reticencia desde el Kremlin. La política exterior es, para ambos, una cuestión de soberanía y, en realidad, no tienen apenas influencia sobre su socio.
La guerra iniciada por Putin se ha convertido en el termómetro de la resiliencia de la cooperación sino-rusa
Incomodidades económicas
Aunque se ha dicho que China es la gran ganadora del conflicto en Ucrania, lo cierto es que Beijing ve con incomodidad los efectos de la guerra sobre sus intereses económicos. La contienda ha supuesto descomunales pérdidas para las compañías chinas y una fuga de capital considerable[2]. Una parte significativa de la iniciativa del Cinturón y la Ruta –que planeaba cruzar Ucrania para llegar a Europa–está en jaque a raíz del conflicto.
Por todo ello, los actores privados chinos han mostrado su aversión al riesgo, optando por actuar con cautela y por cumplir con las sanciones occidentales, para evitar sanciones complementarias. Pocos días tras el inicio de la guerra, múltiples compañías –desde compañías aeronáuticas[3] a gigantes tecnológicos como Huawei o Xiaomi[4]– paralizaron cualquier tipo de actividad con Rusia. Tanto bancos chinos como bancos multilaterales –incluyendo el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras y el Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS– no tardaron en pausar los préstamos y la emisión de letras de crédito a Rusia.
Sin embargo, la cooperación económica y comercial con Rusia ha continuado en los ámbitos fuera de las sanciones. En este contexto, la energía adquiere una mayor relevancia. En 2014, poco después de la anexión de Crimea, Gazprom y CNPC firmaban el primer contrato de venta de gas tras más de una década de negociación sobre el precio. Ahora, las sanciones han limitado por el momento el interés chino en la compra de petróleo ruso y la firma de nuevos contratos, pese a la caída de los precios. La transformación de la compraventa de energía entre Rusia y Europa en un mecanismo de coerción, y la acuciante dependencia de Rusia de los ingresos en hidrocarburos para mitigar los efectos de la guerra en el bienestar económico del país han permitido a China y otros socios asiáticos, como India, obtener mejores precios en la importación de hidrocarburos. Sin embargo –y más con la reducción de los ingresos procedentes de Europa–, la relación es de naturaleza desigual; Rusia necesita más a China de lo que China necesita a Rusia. Esta dependencia y asimetría económica alienta la desconfianza de las élites rusas, quienes temen convertirse en un mero apéndice energético de China.
Polarización, memoria y límites domésticos
Con el inicio de la invasión aún reciente, Hu Wei, vicepresidente del think tank vinculado al Consejo Estatal chino, publicaba un artículo[5] –posteriormente censurado– donde instaba al gobierno chino a «salvaguardar sus propios intereses» y «descargar el lastre de [las relaciones con] Rusia lo más rápidamente posible». En el otro extremo, Hu Xijin[6], periodista del medio oficialista Global Times, defendía el apoyo a Rusia señalando como en el futuro «agradeceremos que Rusia sea nuestro aliado, o al menos, sea neutral» en relación con el conflicto de Taiwán, o en una potencial confrontación con EEUU.
La polarización en el gigante asiático de las opiniones entre los expertos ha sido igualmente visible en la población. Según un estudio de la Universidad Renmin de China, un 30% de la población china apoyaba a Rusia, un 20% a Ucrania y un 40% mantiene una posición neutral[7]. En las redes sociales, los cibernautas chinos han mostrado tanto un apoyo a Rusia como la proliferación de mensajes anti-Rusia, aunque estos hayan sido rápidamente eliminados, según apuntaba Yan Xuetong en Foreign Affairs[8].
Pase lo que pase, la asociación sino-rusa continuará –aunque no en la misma forma que en las vísperas de la invasión–. En un entorno geoestratégico cada vez más adverso, en el que difícilmente Washington y Bruselas cambien su posición frente a China como rival estratégico, Beijing tiene muy poco que ganar con una condena de Rusia y confrontándose a su vecino. Frente a una mayor unión de Occidente y sus aliados, pocos apoyos adicionales puede conseguir China. Aun así, la respuesta actual –mayormente simbólica y poco sustancial– muestra que sí que existen límites geopolíticos, económicos y domésticos que definen la intensidad y calidad de la relación por parte de China, quien tiene el control en tanto que potencia emergente frente a una Rusia en declive.
NOTAS
[1] Véase, por ejemplo, Westad, A. O. «The Next Sino-Russian Split? Beijing Will Ultimately Come to Regret Its Support of Moscow». Foreign Affairs, abril de 2022.
[2] Véase, por ejemplo, Sánchez, C. «La alianza con Rusia provoca una fuga de capitales sin precedentes en China». Cotizalia. 5 de mayo de 2022.
[3] Véase Reuters. «Russia fires official who said China refused to supply aircraft parts», 15 de marzo de 2022.
[4] Véase Financial Times. «Chinese smartphone shipments to Russia plunge as rouble collapses», 9 de marzo de 2022.
[5] Una traducción al inglés del citado artículo se encuentra accesible en la web del US-China Perception Monitor con el título: «Possible Outcomes of the Russo-Ukrainian War and China’s Choice», (en línea) https://uscnpm.org/2022/03/12/hu-wei-russia-ukraine-war-china-choice/
[6] Véase Hu X. [Blog de opinión del autor sobre la posición china en el conflicto de Ucrania y el triángulo China-Rusia-Estados Unidos en chino] Weibo, 20 de marzo de 2022.
[7] Véase Wang W., «Why Do Many Chinese Sympathize With Russia in the Ukraine Conflict?», The Diplomat, 15 de marzo de 2022.
[8] Véase Yan, X. «China’s Ukraine Conundrum», Foreign Affairs, 2 de mayo de 2022.