R. Andreas Kraemer
IASS Potsdam y Ecologic Institute
Nadie se imagina un futuro post-combustibles fósiles para Rusia y, mucho menos, los propios rusos. Los cleptócratas abandonan el país y esconden su botín en lugares seguros, países con la legalidad suficiente para evitar la confiscación y donde políticos maleables les brindan protección. Es precisamente la exportación de capitales y la compra de residencias y de activos fuera de Rusia lo que revela que gran parte de estas “élites económicas” no confían en retener el poder.
La era de la energía fósil sucumbirá y los “petroestados” llegarán a su ocaso. Los progresos en eficiencia energética, las energías renovables y los sistemas inteligentes de almacenamiento y gestión de la energía han hecho que el suministro de energía limpia, segura y sostenible, sea más barato que la energía fósil y nuclear. La rapidez de los avances tecnológicos sigue disminuyendo el coste de las nuevas energías, y expulsa del mercado al carbón, al petróleo y al gas metano fósil. El valor de las exportaciones rusas de combustibles fósiles caerá más deprisa que su volumen, dejando sin más botines a sus élites cleptócratas. Esto dificultará el sostenimiento de la actual estructura de poder, lo que puede empeorar la represión.
En 2016, Rusia declaró su voluntad de invertir en su futuro post-combustibles fósiles y promover la industria de la energía eólica. Pero sin un sistema de innovación civil y aun sirviéndose del talento que alimenta su industria aeroespacial, nadie espera que Rusia gane terreno hasta alcanzar a la industria eólica global, altamente competitiva. Rusia tampoco puede igualar los avances en la investigación y el almacenamiento de la energía solar, ni asumir el reto relativamente fácil de desarrollar sistemas de suministro eléctrico directo de bajo voltaje, baratos e inteligentes, y que puedan funcionar fuera de la red eléctrica. La estructura energética post-fósil o bien será importada o quedará empantanada a causa de las deficiencias técnicas.
Rusia no tiene ninguna propuesta solvente para la era post-fósil
Rusia no tiene ninguna propuesta solvente para la era post-fósil, aunque aún contará activos: reservas de oro, la industria minero-metalúrgica, su poderío militar o la acción de hackers. Gracias a todo ello, Rusia puede convertirse en una suerte de compañía minera con un ejército y armas nucleares, y aún con ello, cautiva de la maldición de los recursos. La innovación existirá en sectores estratégicos aunque marginales, como el del arte de la piratería informática con afán de lucro, una actividad económica parasitaria. Rusia puede exportar inestabilidad, pero esto no tiene ningún valor añadido global; no es un proyecto rentable para la era post-fósil.
El ejército de Rusia, con un hardware muy envejecido, está tensionado por problemas domésticos en Chechenia, en Transnistria, por guerras de ocupación en Georgia y Ucrania, y por el desgaste que produce el compromiso militar para mantener a Bashar al-Assad en el poder en Siria.
Esto dificulta la inversión en un futuro positivo y acelera la decadencia del país. Una guerra híbrida que combine activos y capacidades militares y no militares —un área en la que Rusia ha sido pionera— puede posponer el desplome, aunque no detenerlo.
En la nueva geopolítica de la energía renovable, la Rusia post-fósil no tiene una propuesta de valor. Su sociedad, insuflada de nacionalismo, no abraza la diversidad inclusiva ni goza del atractivo de las sociedades abiertas occidentales. Con un pequeño grupo de personas lo suficientemente valientes como para cuestionar unas ideas políticas mal concebidas, el país no puede evitar cometer errores. Rusia está en un proceso de decadencia demográfica debido a una sanidad deficiente y a la muerte prematura. Los que pueden hacerlo, exprimen el país y envían a sus hijos al extranjero; el propio Vladimir Putin les ha dado el ejemplo.
“L’empire éclaté”: casi 40 años después de que el análisis de Hélène Carrère d’Encausse predijera el colapso del imperio soviético, podemos anticipar la decadencia post-fósil de Rusia. No será agradable, y todos los demás países deberían prepararse para un comportamiento cada vez más errático, una erosión del Estado en el centro y en la periferia de Rusia, y un elevado riesgo de confrontación militar. La adicción al petróleo es difícil de curar, y Rusia ni siquiera está intentando desengancharse.