Francis Ghilès
Investigador sénior asociado, CIDOB
El 2019 ha sido en Argelia el año con más levantamientos populares desde la guerra de liberación. Desde febrero del 2019, millones de argelinos cantaron la promesa de la libertad del tema “La Liberté”, del rapero Abderraouf Derradji, alias Soolking. La chispa que prendió el movimiento fue el anuncio de que el presidente Abdelaziz Buteflika –en el poder desde 1999– pensaba optar a un quinto mandato. A comienzos de abril, el movimiento Hirak había conseguido la dimisión de Buteflika y había posicionado al ejército en el centro del escenario. El jefe del Estado Mayor del ejército, el general Ahmed Gaid Salah se convirtió en el gobernante de facto del país hasta su repentina muerte el 23 de diciembre. Poco antes, había organizado unos comicios en los que solo participó un 10% del censo, e instaló en el poder a un nuevo presidente, Abdelmajid Tebbourne, y a un nuevo primer ministro. Aunque estos eran políticamente ilegítimos a ojos de muchos argelinos, la transición post-Buteflika ya estaba hecha.
El ejército ordenó la detención –de un modo más bien arbitrario, y el enjuiciamiento por corrupción de figuras impopulares del régimen y de destacados empresarios amigos de Buteflika, pero se opuso a implementar reformas democráticas; la llamada del Hirak argelino a un recambio de la clase gobernante y al regreso de los uniformados a sus cuarteles ha caído en saco roto. El alto mando del ejército ha rechazado un gobierno genuino de transición y la celebración de elecciones libres y justas. Los principales socios extranjeros de Argelia, Francia y Rusia, están contentos con el sistema vigente y con las oportunidades de hacer negocios que proporciona. Y EEUU, actualmente, está prácticamente ausente de la región del Norte de África, incluida Libia.
Desde la independencia en 1962, el ejército ha utilizado siempre las crisis políticas para mantenerse en el poder. Aprobando unas reformas cosméticas, creando bloqueos institucionales para impedir cualquier forma de diálogo real, debilitando a los grupos intermediarios y ratificando al ejército como el único salvador del país, los uniformados han conseguido mantenerse en el poder. El ejército siempre ha dicho que no hace política, pero cuando los argelinos se lanzaron a la calle exigiendo la marcha de Buteflika y un estado civil –es decir, el fin del régimen militar, el alto mando se dio cuenta de que corría el riesgo de perder el control. Actualmente la cuestión es si el ejército es capaz de reconocer que las herramientas que ha utilizado durante décadas para resolver las crisis, como la concesión de amnistías sin los debidos procedimientos legales, la redistribución de la renta sin estabilidad económica, y la división de diferentes grupos y regiones para tratar de enfrentarlos, ya no son suficientes para sofocar la voluntad popular.
¿Será el ejército capaz de reconocer que las herramientas que ha utilizado durante décadas (...) ya no son suficientes para sofocar el cambio?
De momento, cualquier cambio de rumbo por parte del ejército parece improbable. Un fuerte descenso de las reservas de divisas y/o una caída en el precio del petróleo son factores que podrían afectar al equilibrio entre el “palo y la zanahoria”. Hirak, por su parte, no ha creado un líder, y persiste en sus demandas de un cambio de régimen. Tiene que definir una meta clara y decidir qué constituiría una “victoria”. Hirak ha mantenido una actitud pacífica hasta ahora y esta es una de sus cualidades esenciales, pero la represión ha vuelto y está siendo utilizada hábilmente por el ejército.
En el momento actual, los medios de comunicación siguen estando tan controlados como en 1962, y la economía se ha visto gravemente afectada por las detenciones arbitrarias de algunos empresarios amigos de Buteflika; decenas de miles de puestos de trabajo se han perdido con el cierre de fábricas; y no ha habido interrupción en el flujo de gas y petróleo, que representa el 95% de los ingresos externos y el 60% de la receta presupuestaria. Mientras el nuevo presidente se afianza, la cuestión es: ¿se introducirán realmente reformas económicas importantes? ¿Se nombrarán gestores más competentes para dirigir las empresas estatales, sobre todo en la energética Sonatrach, que ha sido objeto de un constante juego de la silla en años recientes?
Hirak ha plantado unas semillas democráticas valiosas con sus consignas sofisticadas, hecho que ha dejado en ridículo a muchos movimientos europeos. Además tiene el mérito de que en el movimiento, multigeneracional y no violento, las mujeres desempeñan un papel central. Pero, de momento, Hirak se abstiene en tomar el timón y definir el paso final de su actuar, y eso es crucial para el futuro de Argelia.