Daniel Susskind
Profesor de Economía en el Balliol College de la University of Oxford, autor de A World Without Work (Allen Lane, 2020) y coautor de The Future of the Professions (OUP Oxford, 2015)
Nuestros sistemas mecánicos se están volviendo cada vez más versátiles, asumiendo tareas de las que pensábamos que sólo los humanos éramos capaces de hacer, como realizar un diagnóstico médico, conducir un coche, redactar documentos legales, componer música, diseñar edificios o escribir artículos de prensa.
¿Qué implicaciones tiene esto para la inmensa mayoría de población que aún depende de su trabajo como principal fuente de sustento?
Escribí A Work Without Work porque esta es una de las grandes preguntas de nuestro tiempo, y porque creo que no nos estamos tomando suficientemente en serio la amenaza de un futuro en el que no habrá suficiente trabajo bien pagado para todos, debido al progreso de estas nuevas tecnologías.
De todos modos, quienes lean mi libro esperando encontrar en él el relato de una suerte de dramático big bang tecnológico en las próximas décadas, tras el cual montones de personas se despertarán de repente para encontrarse sin la posibilidad de trabajar, quedarán decepcionados. No es probable que esto suceda: con certeza habrá trabajos que perdurarán aún durante bastantes años.
Pero a medida que avancemos en el siglo XXI, creo que cada vez más, habrá personas que no podrán hacer el tipo de contribución económica a la sociedad que podrían haber esperado hacer en el siglo XX. Incluso si la deriva es progresiva, sin un repentino big bang, la dinámica acabará a la larga con la forma en que vivimos todos hoy. Y sostengo que planteará tres grandes retos a los que tendremos que hacer frente en las próximas décadas.
El primero es económico. Si pensamos en la economía como un pastel, el reto será cómo dividirlo en porciones cuando la fórmula tradicional que hemos empleado para ello –pagando a la gente por el trabajo que hace– sea menos eficaz que en el pasado. Esto no implica una discontinuidad radical con la vida actual, y las enormes desigualdades que ya están emergiendo en el mercado laboral –donde algunas personas obtienen mucho menos que otras por sus esfuerzos, son ya un indicio de que este mecanismo se está resquebrajando.
Es probable que el progreso tecnológico permita hacer el pastel económico lo suficientemente grande como para que todos vivamos de él
El segundo reto es cómo gestionar el poder cada vez mayor que tendrán las grandes empresas tecnológicas, un poder que ya estamos viendo crecer en la actualidad. Mientras que en el siglo XX, el foco de preocupación fue para muchos el poder económico de las grandes corporaciones multinacionales, en el siglo XXI esta preocupación se extenderá también al temor que nos provocará su poder político.
Y el tercer reto es cómo encontrar significado a la vida. Se dice a menudo que el trabajo no es simplemente un medio para ganar un sueldo, sino una fuente de sentido. Si esto es así, el progreso tecnológico va a erosionar no solamente el mercado de trabajo, sino también la sensación que tienen muchas personas de que la vida tiene un propósito. Y por ello, tendremos la tarea de proporcionar significado a las personas en un mundo en el que puede que el trabajo ya no esté en el centro de sus vidas.
Y sin embargo, incluso después de todo esto, A World Without Work es optimista respecto al futuro. La razón es muy sencilla: en las próximas décadas, es probable que el progreso tecnológico resuelva el problema económico que ha dominado a la humanidad hasta ahora: cómo hacer que el pastel económico sea lo suficientemente grande como para que todos podamos vivir de él. Como decía el economista John Kenneth Galbraith, “el hombre ha escapado de momento de la pobreza, que durante mucho tiempo había sido su destino universal”.
Estos nuevos retos –el de la desigualdad, el del poder y el del sentido de la vida– son el precio que tenemos que pagar por esta prosperidad material de la que algunos de nosotros, aunque no todos, hemos empezado a disfrutar. Y a mi modo de ver, este es un precio que vale la pena pagar.