ANNA AYUSO
Investigadora sénior, CIDOB
A finales de 2019 la llegada de la pandemia de la COVID-19 impactó de lleno sobre la agenda de desarrollo, copando por entero los recursos de las instituciones internacionales dedicadas a dar una respuesta inmediata a la crisis sanitaria y humanitaria. Esto dejó en un segundo plano otros grandes retos globales como la emergencia climática o la inminente crisis alimentaria; sin embargo, estos desafíos no solo siguen estando al acecho, sino que se han agravado. A ello se suma que los efectos de la pandemia van a perdurar y ensombrecen el cumplimiento futuro de las diversas metas que componen los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que deben ser alcanzados en el horizonte temporal del año 2030 y 2023 es justo la mitad del camino en dicha empresa–. Tras más de dos años de pandemia, el Foro Político de Alto Nivel de Naciones Unidas (FPAN), se reunirá en julio de 2022 para evaluar el impacto de la COVID-19 sobre la implementación de la Agenda para el Desarrollo Sostenible y, bajo el lema «Reconstruir mejor» (Building back better), elaborar una serie de recomendaciones que aseguren la implementación de dicha agenda.
El alto coste en vidas humanas de la crisis del coronavirus (con más de 16 millones de fallecidos en todo el mundo) y la desigual distribución de sus efectos han ampliado las grandes brechas de desarrollo que existen entre países, y dentro de los mismos. También ha evidenciado las carencias del sistema multilateral de cooperación y las dificultades que entraña a la hora de reaccionar ante las crisis globales. Por ello, la etapa pospandemia requiere, no solo redimensionar en qué estado de progreso hacia las metas de desarrollo estamos, sino también qué cambios institucionales se necesitan para revitalizar la agenda y, necesariamente, pensar de dónde van a salir los recursos financieros para alcanzar los objetivos.
La mayoría de los indicadores de los ODS han sido afectados negativamente durante la pandemia. Empezando por el ODS1; durante la pandemia se revirtieron los progresos en la reducción de la pobreza. El Banco Mundial estima[1], que sus efectos, sumados a la inflación y a la guerra de Ucrania, pueden incrementar en más de 75 millones las personas por debajo de la línea de pobreza extrema en 2022. El aumento de los precios de los alimentos impacta también negativamente en el ODS2, que pretende alcanzar la meta de hambre cero, objetivo que tras dos años de pandemia se aleja cada vez más. En su Informe anual sobre crisis alimentaria de 2022[2], la Red de Información Sobre la Seguridad Alimentaria reporta un incremento de 40 millones de personas en emergencia alimentaria respecto a las cifras de 2021. La pandemia también puso de manifiesto la desigualdad entre países y territorios en el acceso a los tratamientos y a las vacunas y las debilidades de los sistemas sanitarios, que lastran los avances en el ODS3. En este sentido, el informe de progreso 2022[3] elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para monitorear el ODS3 Plan de Acción Global señala que el progreso para alcanzar las metas de salud está en una cuarta parte de lo que debería estar. La crisis sanitaria ha incrementado la prioridad de este ODS, con el que se quiere garantizar el derecho a un acceso universal a los sistemas sanitarios de calidad.
La COVID-19 también tuvo un efecto muy disruptivo en el ODS4 relativo a la calidad de la educación. El cierre de las escuelas y las dificultades del acceso a conexiones remotas dejaron, según UNICEF, a más del 30% de los niños sin escuelas[4] , especialmente en áreas rurales y en familias pobres. Por su parte, ONU mujeres en su Plan estratégico para 2022-2025[5]. alerta que la desigualdad de género que combate el ODS5 se ha agravado en todos los aspectos incluyendo empleo, violencia, educación, salud o participación pública. En el ámbito del ODS8, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) reportó[6] que en 2021 había 28 millones más de desempleados que en 2019 y que la proporción de trabajadores que viven en la pobreza alcanzó el 7,4%. Estos retrocesos se concentraron en jóvenes, mujeres y familias pobres, sobre todo del sector informal.
Cada vez hay más voces que reclaman la necesidad de construir una nueva institucionalidad financiera que sea capaz de dar respuesta a las necesidades de financiación del desarrollo
Pero no solo los ODS referidos arriba han sido afectados negativamente por la pandemia de una forma u otra; al estar todos relacionados entre sí se ha producido un efecto dominó, de manera que todos los ODS has salido perjudicados. Esto es evidente en el caso del ODS10 que se propone la reducción de las desigualdades. La pandemia ha exacerbado las desigualdades preexistentes; los países, territorios y personas más vulnerables son los que más han sufrido las consecuencias, como ocurre con las otras crisis superpuestas. Sin avanzar en el ODS10 difícilmente se alcanzarán el resto de las metas de la Agenda 2030.
En la presente coyuntura de confluencia de diversas crisis interrelacionadas es fundamental implementar la visión holística y multidimensional de la agenda 2030. A la crisis sanitaria aún sin resolver, la crisis de los precios de la energética y la crisis alimentaria en ciernes, se les suman las consecuencias cada vez más visibles del cambio climático, los conflictos enquistados a los que se ha sumado la guerra de Ucrania y una rivalidad geopolítica que altera los mecanismos de cooperación multilateral. La propuesta «Nuestra Agenda Común»[7] que hizo el Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, ante la 75 Asamblea General de la ONU, reclamaba un sistema multilateral más inclusivo, un objetivo que completó más adelante con la reclamación de una estrategia más inclusiva y transformadora para la reconstrucción postpandemia. Un reto que se plantea como esencial es conseguir que se alineen los diversos planes de recuperación que se están poniendo en marcha con los ODS. Eso exigirá un análisis específico para cada país que atienda a sus debilidades. Para ello, se necesita una alianza entre diversos actores, que se comprometan con la cooperación internacional y que asistan a los países más afectados para suplir las carencias que les impidan emprender la senda de la recuperación.
Las flaquezas del sistema de cooperación internacional que han quedado de manifiesto durante la crisis de la COVID-19 deben servir para reforzar la capacidad de previsión, prevención y reacción a las crisis multidimensionales que nos acechan. Un resultado positivo de la pandemia es que ha contribuido a reforzar la comprensión de la fuerte interdependencia entre países y la imposibilidad de dar respuestas individuales a problemas globales. Desde las instituciones internacionales se reitera que la recuperación debe ser más verde y sostenible, más digital, y debe contribuir a reducir las brechas de la desigualdad. Esos propósitos requieren de un esfuerzo inversor extraordinario pero la mayoría de los países en desarrollo se enfrentan a enormes dificultades financieras tras el colapso económico que ha supuesto la pandemia. Acecha una crisis de financiación a la que, de momento, se está respondiendo con medidas temporales, pero que, en realidad, muestra que la actual arquitectura financiera internacional no cuenta con las herramientas necesarias para prevenir y reaccionar a las crisis de deuda soberana.
El Informe sobre Financiación del Desarrollo Sostenible 2022[8]. de Naciones Unidas alerta de que la mayoría de los países en desarrollo no tienen acceso a financiación en condiciones asequibles y la presión inflacionaria está empeorando por momentos la situación, con una subida de los tipos de interés que multiplica el coste del servicio de la deuda. Para abordar lo que las Naciones Unidas han denominado «la gran brecha financiera», el G20 ha adoptado medidas como la ampliación de los Derechos Especiales de Giro del Fondo Monetario Internacional o la Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda –inicialmente creada por dos años y ahora extendida a cinco–, además de comprometerse a «utilizar todas las herramientas disponibles durante el tiempo que sea necesario». No obstante, cada vez hay más voces que reclaman la necesidad de construir una nueva institucionalidad financiera que sea capaz de dar respuesta a las necesidades de financiación del desarrollo tanto a corto como a largo plazo. La prioridad más inminente es crear un marco multilateral vinculante para la resolución de las crisis de deuda soberana. En el largo plazo, hay que hacer reformas fiscales para que los países puedan financiar las políticas públicas y mejorar su acceso a liquidez a precios razonables. El Horizonte 2030 cada vez está más cerca temporalmente, pero el objetivo de no dejar a nadie atrás parece alejarse, al tiempo que se ensanchan las brechas en todos los campos y latitudes.
NOTAS
[1] Véase Gerszon Mahler, Daniel. et al. «Pandemic, prices and poverty». World Bank Blogs, abril de 2022. (en línea) https://blogs.worldbank.org/opendata/pandemic-prices-and-poverty
[2] El informe se encuentra disponible en el enlace: http://www.fightfoodcrises.net/events/grfc-2022/en/
[3] El informe se encuentra disponible en el enlace: https://www.who.int/publications/i/item/9789240050846
[4] El informe se encuentra disponible en el enlace: https://data.unicef.org/resources/remote-learning-reachability-factsheet/
[5] El informe se encuentra disponible en el enlace: https://www.unwomen.org/en/digital-library/publications/2021/09/un-women-strategic-plan-2022-2025
[6] El informe se encuentra disponible en el enlace: https://ilostat.ilo.org/es/covid-19-and-the-sustainable-development-goals-reversing-progress-towards-decent-work-for-all/
[7] El informe se encuentra disponible en el enlace: Véase https://www.un.org/es/un75/common-agenda
[8] El informe se encuentra disponible en el enlace: https://developmentfinance.un.org/fsdr2022